Por fin ha llegado la temporada más esperada del año. No, no es Navidad, ni el Buen Fin, ni el estreno del nuevo iPhone; es mucho mejor: ¡arrancaron las campañas para elegir jueces y magistrados! Sí, estimado lector, querida lectora, ahora usted podrá hacer lo que siempre soñó: emitir su voto para decidir quién lo va a sentenciar en caso de que un día lo sorprendan con unos billetillos falsos en la guantera o por una demanda de pensión alimenticia.
Las campañas estarán que arden; habrá de todo: spots con la neomúsica clásica (banda, corridos tumbados y reguetón), magistradas tomándose selfies en toga ajustada, escote y taconsotes, candidatos regalando códigos civiles autografiados y algún despistado ofreciendo “justicia exprés” (como si fueran tacos al pastor); sin faltar, ¡cómo no!, eslóganes del tipo: “¡Conmigo, el amparo es tuyo!”, “Justicia sin mancha, ni moches, ni al troche moche”, “Más sentencias, menos licencias” y el clásico que, de aquí en delante, no habrá de faltar jamás: “¡No soy corrupto, soy eficiente, mucho más que el juez de enfrente!”.
Ya era hora, ¿no?, porque eso de que los jueces fueran elegidos por méritos, exámenes, o —¡válganos Dios!—, trayectoria judicial, era una antigualla, una monserga; ahora estamos en la modernidad: el pueblo sabio elige; porque nada expresa mejor la “independencia judicial” que un mitin en la central de abastos, entre puestos de carnitas o chicharrón, y abundantes discursos sobre la división de poderes. Es seguro que las propuestas abundarán; unos prometerán penas más altas, otros más bajas; unos, oralidad total, los más, adiós al rezago judicial... con una app; ¿o qué tal, “justicia con perspectiva de barrio” o sentencias “con lenguaje inclusivo”?; y la cereza del pastel, el más adelantadito a su tiempo, propondrá que sus fallos serán accesibles en audio, vía Alexa, “para que la justicia te hable mientras manejas o te bañas”. No faltará el más honesto que en un arranque de sinceridad confiese: “Yo no prometo nada, pero tendrán contactos en el Tribunal” (¡ése sí va a arrasar!).
No faltarán los debates entre candidatos; menudearán las acusaciones recíprocas: copiar sentencias del ChatGPT, de no saber distinguir entre posesión y propiedad, de haber aprobado el curso gracias a un jamón curado y una botella de Torres 10, de parcialidad, misoginia o haber trabajado con el notario más rápido del oeste (del oeste de la ciudad, claro). Mientras tanto, el ciudadano de a pie —ése que cree que el “amparo” es un tipo de frazada— intenta entender qué está pasando. “¿Tengo que votar por un juez? ¿Y si no voto, me multan? ¿Dónde está la boleta? ¿Van a poner sus fotos?”; “sí, señora, sí”. El juez que más sonría en el cartel, ése es el bueno. En fin. Así comienza esta nueva era de la democracia judicial. Una era en la que las sentencias se redactarán con emojis, los acuerdos se subirán a TikTok; los alegatos tendrán su resumen en Instagram; y la justicia, ¡ay, la justicia!, ya no será ciega, sino influencer, mamalona, tumbada o perrona, ¡arre pariente!
La reforma convirtió a la justicia en un concurso de popularidad con toga y birrete; tras décadas de tolerar a jueces grises, con nombre de archivero y rostro de lunes por la mañana, por fin llegó la emoción de la democracia al Poder Judicial. Esa emoción que sólo se siente al contemplar a un candidato con toga, megáfono y botarga de la Constitución bailando “La Chona” en un crucero. Imagínese que chula se verá esa aspirante a magistrada tomándose selfies con filtros de mariposa; o al precandidato a juez repartiendo volantes con jurisprudencia “para llevar”; sin que pueda faltar quien ofrezca consultas jurídicas gratis en la fila del IMSS o del ISSSTE, con volantes y calcas incluidos; o qué decir del #MagistradoChallenge, donde cada candidato deberá dictar una sentencia en 60 segundos mientras baila. ¿Quién necesita experiencia si puede conseguir 10 mil likes en menos de una hora?
Mientras tanto, en los pasillos tribunalicios, los viejos jueces observarán ese circo con una mezcla de estupor, desconcierto y asco; alguno habrá que al mirar un cartel que diga: “Conmigo, la justicia es con cariño y sonrisa Colgate”, sólo atine a murmurar: “Ya nos llevó el carajo” y tendrá razón. Bienvenidos a la nueva era judicial; una donde el juez no deberá ser imparcial, sino carismático; donde la justicia no será lenta, sino viral; y donde la toga será opcional, pero el community manager será indispensable. ¿Quién dijo que la justicia era aburrida?
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Luis Villegas Montes