Chihuahua es testigo de una crisis sin precedentes, una guerra cruel en la que los cárteles han tomado el papel de grupos terroristas, sembrando el miedo, la muerte y la desesperación en cada rincón de nuestro estado.
Esta es la barbarie con que operan, vehículos consumidos por las llamas en Carichí, convertidos en cenizas. En Guadalupe y Calvo, familias enteras han sido expulsadas de sus hogares, despojadas de todo, sin más opción que huir para salvar sus vidas, ataques a civiles, a chihuahuenses de bien.
Los cárteles han elevado su nivel de destrucción, hoy los drones recorren el cielo de la Sierra, seguirán las minas antipersonales en las calles y caminos. Los criminales han perdido cualquier vestigio de códigos de honor que alguna vez impusieron sobre sí mismos, atacando sin distinción a niños, mujeres y familias inocentes.
Como el primer servidor de los chihuahuenses estaré siempre del lado de las familias de nuestro norte patria y alzo la voz para que nunca más se ignore el sufrimiento, que nunca más se abrace a criminales desalmados. Desde el Congreso del Estado de Chihuahua, debemos declarar, de una vez por todas, que los cárteles sean reconocidos como grupos terroristas. Chihuahua debe ser el primer estado en dar este paso histórico y valiente.
Desde aquí urgimos al régimen centralista a asumir su responsabilidad en esta crisis e implementar el Plan DN-II, el protocolo militar diseñado específicamente para enfrentar conflictos internos de esta magnitud, para combatir perturbaciones graves a la paz pública.
Si los ataques a civiles, si el terror, el miedo, si las cientos de familias refugiadas no ameritan la implementación de estas medidas, ya nada lo amerita.
Aunque el régimen centralista quiere seguir vendándose los ojos, en el norte llamaremos a las cosas por su nombre, las enfrentaremos con todas las consecuencias jurídicas. Si en el centro del país, cruzados de brazos, quieren condenar a Chihuahua a resistir en solitario, aquí estaremos firmes y dignos, con la valentía que nos distingue.
En medio de la oscuridad, hay esperanza. Chihuahua puede y debe tener un nuevo comienzo. Un futuro donde nuestros niños puedan jugar en las calles sin temor, donde nuestras familias vivan sin miedo y donde nuestros pueblos vuelvan a florecer. Este es el momento de actuar con determinación, de luchar con valentía y de demostrar que Chihuahua jamás se rendirá ante el terror.