La oligarquía informática: el nuevo rostro del poder global

Por Onel Ortiz

Con el regreso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, un fenómeno inquietante ha tomado forma: la consolidación de una oligarquía informática que no solo concentra las mayores fortunas del mundo, sino que también posee los recursos necesarios para incidir en el comportamiento y la percepción de millones de personas. Esta nueva era del poder, respaldada por figuras como Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos, redefine las reglas de la política y la economía global, dejando a los más vulnerables a merced de intereses corporativos sin contrapesos éticos.

Elon Musk, dueño de Tesla y de la plataforma X (anteriormente Twitter); Mark Zuckerberg, al mando del imperio Meta que controla Facebook, Instagram y Threads; y Jeff Bezos, creador de Amazon y propietario del Washington Post, han encontrado en Trump un aliado que representa sus intereses. Durante los primeros días de su mandato, estos titanes de la tecnología aplaudieron con entusiasmo las acciones ejecutivas que endurecieron las políticas migratorias, criminalizando a quienes buscan una vida mejor y perpetuando narrativas que polarizan a la sociedad. 

Estos multimillonarios, que presumen de ser visionarios y agentes del progreso, se alinean en realidad con una visión del mundo profundamente excluyente. Son hombres que han acumulado sus fortunas explotando al máximo las dinámicas de consumo, la recolección masiva de datos y la precarización laboral. Ahora, en el gobierno de Trump, tienen la oportunidad de trasladar su poder económico al ámbito político, controlando no solo mercados, sino también narrativas y, por ende, a las personas.

Joe Biden, en su discurso de despedida, advirtió con claridad: “El poder de estos personajes no radica únicamente en sus fortunas, sino en su capacidad para moldear el pensamiento y el ánimo de millones de personas a través de sus plataformas”. Esta advertencia no es menor. Las redes sociales, inicialmente vistas como herramientas democratizadoras, se han convertido en instrumentos de control y manipulación masiva.

El caso de TikTok es emblemático en este sentido. La administración de Trump ha retomado su cruzada para prohibir esta plataforma en Estados Unidos, argumentando riesgos de seguridad nacional por su vínculo con el gobierno chino. Sin embargo, este celo protector contrasta con la permisividad hacia las empresas estadounidenses que recopilan y explotan datos personales de sus usuarios. Es decir, el problema no es el control de la información, sino quién ejerce dicho control. En manos de TikTok, se percibe como una amenaza; en manos de Meta o X, es una práctica normalizada y celebrada.

Este doble estándar revela una verdad incómoda: el objetivo no es proteger a los ciudadanos, sino garantizar que el flujo de datos y el poder que conlleva permanezcan en manos de una oligarquía tecnológica alineada con el gobierno de turno.

Las redes sociales son, sin duda, un espacio para la libre expresión y el intercambio de ideas. Sin embargo, también son terreno fértil para la propagación de rumores, teorías conspirativas y mentiras. En un mundo donde la información se mueve a la velocidad de un clic, la veracidad queda relegada a un segundo plano frente a lo que resulta viral.

Con el regreso de Trump y la colaboración activa de la oligarquía informática, se vislumbra una era oscura en la que la manipulación de las masas a través de noticias falsas será una práctica sistemática. Ya no se trata únicamente de difundir propaganda gubernamental, sino de crear un ambiente de desinformación permanente que dificulte discernir entre la verdad y la mentira.

Esto plantea un dilema ético de enorme magnitud. Si bien la censura no es la solución —pues amenaza la libertad de expresión—, tampoco podemos permanecer pasivos ante el impacto de la desinformación. Es necesario exigir responsabilidad a las plataformas digitales y a quienes las dirigen, promoviendo un equilibrio entre la libertad de expresión y la integridad de la información.

Ante el panorama desolador que se vislumbra, es imperativo actuar. Pero, ¿cómo enfrentarse a un poder tan vasto y omnipresente? Aquí algunas propuestas:

Generar información confiable y accesible: Las mismas plataformas que se utilizan para manipular también pueden servir para educar e informar. Es necesario fortalecer los medios independientes y promover contenidos que prioricen la verdad sobre la viralidad.

Exigir una regulación adecuada: La concentración de poder en manos de unas pocas empresas tecnológicas es un problema global que requiere soluciones globales. Los gobiernos deben establecer marcos regulatorios claros que limiten el alcance de estas corporaciones y garanticen la transparencia en el uso de los datos.

Fomentar el pensamiento crítico: En un entorno donde la desinformación es la norma, educar a las personas para cuestionar lo que consumen es vital. Desde las escuelas hasta los espacios laborales, el pensamiento crítico debe ser una herramienta de resistencia ante la manipulación.

Fortalecer las relaciones humanas: La era digital ha traído consigo una desconexión en el plano social. Recuperar los lazos comunitarios y las interacciones cara a cara es fundamental para contrarrestar el individualismo promovido por las plataformas.

Promover un comportamiento ético en las corporaciones: Si bien el lucro es el motor de estas empresas, no puede ser su único principio rector. Es necesario presionar para que la ética y la responsabilidad social formen parte de sus prácticas diarias.

La llegada de la oligarquía informática al centro del poder político es un desafío monumental para las democracias y las sociedades modernas. Frente a la concentración de riqueza y poder en manos de unos pocos, es fundamental construir espacios de resistencia que prioricen la verdad, la justicia y la solidaridad.

No es un camino fácil, pero es un camino necesario. El poder de Musk, Zuckerberg, Bezos y otros no es invencible. Sus propias herramientas pueden convertirse en armas de cambio si se utilizan de manera estratégica y ética. Al final, el verdadero poder no radica en los algoritmos ni en los datos, sino en la capacidad de las personas para unirse y enfrentar las injusticias.

Esta es la lucha de nuestra era, y no podemos darnos el lujo de perderla. Eso pienso yo, usted qué opina. La política es de bronce.

Consulta esta Opinión en video a través de YouTube:
https://youtu.be/rtsmN4NXDUU?si=i60JBlS1ofnsTg9A

Con información de la-guardia.com.mx

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Acorralan las deportaciones en 6 Estados y la 4T emprende maquinaria 

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La secretaria del Bienestar, Ariadna Montiel, no es la única que se designó para coordinar el programa México te Abraza en Ciudad Juárez, sino que a ella también le toca en Mexicali.

Mientras que otros funcionarios como Luz Elena González, titular de Energía, coordina las acciones en Nueva rosita. En Reynosa, Tamaulipas, se designó al Secretario, Omar García Harfuch, de la SSPC. Marath Bolaños, Secretaria del Trabajo en Matamoros. Emilia Calleja, quien es la directora de la CFE, atenderá Nuevo Laredo.

Hasta el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, coordinará en Tijuana y la titular de Medio Ambiente, Alicia Bárcena, en Nogales.


La percepción de inseguridad en Chihuahua y Ciudad Juárez

En redes sociales, ha llamado la atención la percepción de inseguridad en algunas ciudades del país que llegan hasta el 95% como es el caso de Villahermosa, en Tabasco, con el 95.3, cuyo porcentaje en septiembre era del 78.7 %, según los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana.

Otro de los casos señalados por sus altos niveles, es el de Uruapan en Michoacán, cuya percepción de inseguridad, del 85.5 % se incrementó hasta el 92.5 %.

Uno que resalta en el indicador es el de Fresnillo, en Zacatecas, plaza en la que la percepción de la inseguridad pública, se fue del 87.9 al 90.9%: además, el de Culiacán, Sinaloa, que aumentó el 55.7 al 90.6 %. Estos índices, se dan en estas entidades gobernadas por Morena.

En el caso de Chihuahua capital, de acuerdo con esos datos del INEGI, la percepción de inseguridad se incrementó del 44.8 el 45.6, en el periodo de septiembre a diciembre de 2024.

Caso contrario Ciudad Juárez, durante ese mismo periodo de 2024, tuvo una disminución en la percepción de inseguridad al pasar del 65.7 al 59.5 %.

De acuerdo con el resultado de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, efectuada por el INEGI, en diciembre de 2024, el 61.7% de la población de 18 años y más que reside en 91 ciudades de interés, consideró que es inseguro vivir en su ciudad.

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