Paso a la tercera prioridad planteada por Verástegui: LA FAMILIA.
Empecemos por señalar que todos tenemos una, que en ella aprendemos a caminar y hablar, a relacionarnos con otras personas, aprendemos sobre el
valor de la vida y la familia es escuela de valores en la que sabemos la importancia de decir siempre la verdad, la honradez, el servicio, la cooperación y la ayuda mutua, el compromiso con el bien de los componentes de la familia y por eso cuando somos independientes, con lo que aprendemos en su seno, salimos a formar una familia y a servir, sobre todo cuando se nos ha inculcado la vocación de servicio al prójimo.
Sin embargo, con la descomposición cultural, los valores se van perdiendo y las familias bien integradas van desapareciendo progresivamente, poniendo en riesgo la cohesión y finura del tejido social, que como tela va presentando rasgaduras por las que se cuelan la tolerancia, el respeto, la obediencia a los padres y otros valores y van sustituyéndose por antivalores como la violencia intrafamiliar, el exceso en el consumo de alcohol, el consumismo mercantil y muchos otros agentes nocivos que ponen en riesgo la estabilidad de la familia conforme al plan divino.
La idea de felicidad se basa en la creencia de tener más variedad de bienes de consumo de relativa duración, más tiempo de vacaciones en los mejores lugares a tu alcance, el guardarropa repleto para dar novedad permanente a tu presencia social, maquillajes, cirugía estética entre varones y damas, culto al cuerpo llendo a los gimnasios, etc., etc. Todo esto exige mayores ingresos, de manera que para tenerlos las parejas salen al mercado laboral ambos, desinteresándose de la procreación (ir a favor de la creación), contrario a lo que dice el libro del Génesis: "Creced y multiplicaos, llenad la tierra y someterla", señalado en Gn 1, 28.
Hoy en día las parejas no quieren hijos, prefieren perrihijos, pues significan menos responsabilidades y más recreo con ellos. La familia está devaluada, en mí caso mi esposa y yo tuvimos cuatro hijos varones que comían como pelones de hospicio, consumían ropa que da miedo, se heredaban gallitos de los mayores a la siguiente generación.
Mi esposa hizo el trabajo más obscuro del hogar, la crianza de los niños, que era agotadora, siempre encerrada en el anonimato de ser ama de casa y yo cuando podía le entraba al trabajo doméstico, creo que hicimos un gran equipo y los resultados los disfrutamos, después de cincuenta y cinco años de vida matrimonial, la Reina de la familia, mi esposa, cosecha las mieles de haber hecho un sacrificio incomparable, pues es la mayor adoración de nuestros hijos. Gloria a Dios.
Al haber tenido cuatro hijos, mis suegros tuvieron ocho y mis padres siete, para mí fue un enorme reto de trabajo profesional incansable, con muchos años de iniciar a las siete de la mañana y terminar con mucha frecuencia a las dos y tres de la madrugada, tratando de ahorrar hasta el último quinto para estar preparado para financiar su educación en las mejores instituciones de formación que estuvieron a mi alcance desde la primaria hasta terminada la universidad e impulsándolos a estudiar maestría y doctorado en sus profesiones.
Esto no hubiera sucedido sin el compromiso de formar una familia. Claro que las pretensiones de mis hijos de usar ropa de marca y tener vacaciones paradisíacas no se cumplieron, tuvieron que conformarse con muchos viajes de campamento a la sierra de Chihuahua.Así se les formó el carácter de ser trabajadores, responsables, cooperativos y cercanos entre si.
Pareciera un contrasentido, pero a pesar del costo de sostenimiento de la familia, ésta se constituye en la chispa de arranque para vivir la cultura del esfuerzo y del ahorro, siendo más probable que los matrimonios formen un patrimonio heredable, que sirve de punto de apoyo a la siguiente generación, cosa menos probable en las parejas que retrasan la llegada de hijos y que se conforman con uno o a lo más dos hijos.
Eduardo Verástegui al poner a la familia como prioridad, habrá de crear los medios institucionales de fomento de superación y apoyo a la familia, protegiendo las asociaciones de padres en las escuelas, fomentando los deportes entre niños y jóvenes con la participación de los padres, escuelas para mejorar como padres, programas de difusión en los medios para destacar la importancia de la familia, concursos familiares y muchísimas opciones más, según la misma sociedad lo vaya proponiendo.
Ya lo he dicho antes, Verástegui vivió en el ambiente artístico del desenfreno, pero Dios nuestro Señor se valió de su maestra de inglés para que le cuestionara poco a poco si el género de vida que llevaba lo hacía feliz, si llenaba el perfil para ser un buen esposo y, como se dice en el argot de los grupos de Alcohólicos Anónimos, tocó fondo y se convirtió en devoto seguidor de Dios.
Desde entonces le hizo una promesa al Todopoderoso y a sus padres, no volver a hacer cine que ofenda a Dios y a su familia, integrada por él y dos hermanas. Después del desbarajuste de vida y al compararlo con la forma de integración familiar que experimentó con sus padres y hermanas, se percató que la familia es, después de la defensa de la vida, el principal pilar de la sociedad y se determinó a defenderla y promoverla.Van en contra de la familia el mal llamado "matrimonio" entre personas del mismo sexo, la adopción de menores por estas "parejas" disparejas, el sexo libre, la casa chiquita y tantas prácticas inmorales que incluso promueven nuestros políticos y que con frecuencia se divorcian, tienen su "sugar daddy" y demás cosas.
Eduardo sabe que si no defendemos y promovemos a la familia nuestra sociedad terminará en el fracaso. Su conversión se la debe también a su madre, que como Santa Mónica, rezó porque su hijo volviera a la casa del Padre, como lo hizo San Agustín, hijo de la santa.
Poder Ciudadano Mandante, S.C.
Jorge Luis Vargas Romero
Consejero General Nacional