Hoy Donald Trump asume la presidencia de los Estados Unidos de América y con ello Chihuahua debe poner sobre la mesa un tema toral, un eje de la construcción del proyecto político de Trump: la migración. La política migratoria de Trump ha sido clara y contundente, con un enfoque de contención y deportación masiva, mientras la política migratoria del régimen centralista, del gobierno mexicano, ha sido inexistente, ha sido el abandono. En medio de esos dos fuegos hoy se encuentra Chihuahua.
Nuestro estado ha padecido el flujo migratorio desmedido de los últimos años, las caravanas migrantes, el tráfico de personas, la participación del crimen organizado, los campamentos migrantes improvisados, los inhumanos campos de concentración del Instituto Nacional de Migración. Hemos padecido las masacres, el abandono, la indiferencia, a un gobierno federal doblegado, a gobiernos locales que también doblan las manos.
El flujo migratorio que llega a nuestra frontera no es casualidad. Miles de personas provenientes de países como Nicaragua, Venezuela y Cuba huyen de regímenes dictatoriales que han sumido a sus naciones en crisis humanitarias sin precedentes. La falta de libertades, la represión política, la violencia y la pobreza extrema son los motores que obligan a estas familias a dejarlo todo en busca de una vida mejor. Sin embargo, la respuesta del régimen centralista, del gobierno mexicano, ha sido cómplice de esta crisis. No solo se ha puesto del lado de dictadores, no solo ha celebrado a dictadores sanguinarios, este amor por las peores dictaduras ha significado abandonar a Chihuahua a su suerte.
Nuestro estado ha sido utilizado como una zona de sacrificio, recibiendo caravanas migrantes que el gobierno central dirige irresponsablemente hacia Ciudad Juárez, una táctica del régimen para colapsar nuestra frontera, para paralizar a la industria, para condenar a una ciudad que produce, que trabaja, que se esfuerza por salir adelante.
La ausencia de una política migratoria de este lado de la frontera ha traído catástrofe, ha puesto en riesgo el patrimonio, la forma de vida de los juarenses. La política migratoria de los Estados Unidos vendrá a colapsar la frontera.
Chihuahua no puede ser el vertedero de las decisiones fallidas del régimen centralista y de las políticas impuestas desde el extranjero. Somos una región fuerte, de trabajo arduo y con una identidad propia que no permitirá ser vulnerada por la negligencia de otros.
Si el régimen centralista se deja pisotear, si acepta ser un tercer país seguro para las deportaciones, que no sea en nuestro Chihuahua, que no sean Ciudad Juárez, que no sea Ojinaga, que no sean las familias del norte quienes carguen esta cruz. Nuestro norte no puede ser la salida fácil del régimen, no seremos moneda de cambio ante los Estado Unidos, nuestro Chihuahua se respeta, nuestro Chihuahua se defiende.
No tenemos la capacidad para absorber una oleada migratoria que sobrepase nuestras capacidades en materia de salud, seguridad, empleo y vivienda. La llegada masiva de migrantes sin una estrategia clara de atención y gestión sería un golpe devastador para nuestro estado. No aceptaremos más improvisaciones ni cargas injustas impuestas desde la federación o el extranjero. Nuestro compromiso es con los chihuahuenses, con las familias de este nuestro Norte Patria, nuestro compromiso es con cada mujer y hombre que sale a trabajar para ganarse el sustento con esfuerzo y dedicación, nuestro compromiso es con quienes amamos a nuestro norte porque Chihuahua es primero que todo.