Al iniciar su tercer mandato, Nicolás Maduro “está más aislado que nunca”. Al menos eso tituló buena parte de la prensa occidental tras la investidura del dirigente chavista el 10 de enero, a la que prácticamente no acudió ningún dirigente de primer plano, más allá de los tradicionales aliados de la revolución bolivariana que son Cuba y Nicaragua.
Pero lo que le faltó precisar fue que en realidad Maduro está aislado... de Europa y de la derecha latinoamericana, y poco más. Lo que en un mundo que va en camino a ser multipolar es cada vez menos relevante. En las Américas, ni Estados Unidos ni Brasil ni México ni Colombia rompieron relaciones con el gobierno venezolano. Ni qué decir de China, Rusia, India o Irán, acreedores y aliados de una autocracia que por más nerviosa que luzca, aún sostiene el control del país por medio de las armas y de instituciones serviles.
Es verdad que es un secreto a voces el hecho de que Maduro vive en una paranoia tan profunda que pasa buena parte de sus días encerrado en el palacio de Miraflores por miedo a un atentado. Algunos analistas aseguran incluso que es un rehén de lujo de Diosdado Cabello, el número dos del chavismo y el verdadero rostro de la represión.
Y los números le dan buenas razones para temer. Según las actas publicadas por la oposición, a las que el gobierno no ha podido refutar, quedan menos de 30% de chavistas en el país, contra 70% de ciudadanos decididos a cambiar el régimen que gobierna desde 1999. Eso sin contar los casi 8 millones de migrantes que han huido del país y que culpan al gobierno por el descalabro económico que sufrió Venezuela entre 2013 y 2021, en la que desapareció casi 75% de su Producto Interno Bruto.
Pero en el entorno internacional la cuestión es muy diferente. Una cosa es que muchos países desconozcan la reelección de Nicolás Maduro y otra es que rompan relaciones con su gobierno.
“Maduro no está aislado, lo que pasa es que ahora juega en otro circuito geopolítico”, explica Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, en Colombia.
Desde que los gobiernos de Donald Trump, Iván Duque, Jair Bolsonaro y Mauricio Macri (en Estados Unidos, Colombia, Brasil y Argentina) trataron de cercar diplomáticamente el país y de ahorcarlo con sanciones en 2019, que hicieron de la vida de los más pobres un infierno, el chavismo estuvo reorientando su economía hacia las oportunidades que ofrece un mundo cada vez más multipolar.
Se acercó a potencias como China, Rusia, Irán e India, que se volvieron importantes compradores del crudo venezolano por medio de empresas fantasmas, criptomonedas y todo un sistema montado para evadir las sanciones americanas. Aunque ese giro tuvo un alto costo, advierte Rodríguez.
“Lo que sucede es que estos países encuentran en el gobierno de Nicolás Maduro un gobierno débil que está dispuesto a ceder, sobre todo en dinámicas de acceso a recursos básicos, que otro país o un gobierno diferente no haría. Y esta es la hora que no sabemos cuál es el nivel de compromiso, por ejemplo, que tiene Venezuela con Rusia”, dice.
Lo mismo ocurre con la deuda con China, cuyo monto es desconocido. Según Transparencia Venezuela, entre 2000 y 2016 los préstamos del gigante asiático a Venezuela a cambio de petróleo se elevaron a 62.600 millones de dólares. Aunque este dato representa tan solo una parte del elevado costo que tuvieron que pagar los venezolanos a través de un endeudamiento mal utilizado y que con el tiempo se volvió impagable.
Sea como fuere, se trata de países que no tienen interés en ver caer a un régimen que les debe mucho dinero y que mantiene una presión en “el patio trasero” de Estados Unidos. Mientras que los que han roto de frente con el chavismo no son ni de lejos los más relevantes para la economía de Caracas, trátese de Argentina, Paraguay, Panamá o la Unión Europea.
Pero más importante aún, no se ha quebrado la relación con Estados Unidos, ni es del todo evidente que vaya a ocurrir pronto. Se sabe que hay una disenso al interior de la administración Trump entre los asesores que recomiendan volver a un régimen de sanciones estrictas, como el secretario de Estado Marco Rubio, y los que consideran que no es la vía, ya que las sanciones, además de fallar en sacar a Maduro del poder, reforzaron a los competidores chinos y rusos que pudieron comprar petróleo en oferta.
Por eso, “no está planteado (...) un desacoplamiento de Venezuela de Occidente (...) porque el recurso estratégico más importante que es el petróleo —también el gas, pero especialmente el petróleo— es prácticamente administrado por Estados Unidos a través de las licencias” que otorgó el gobierno de Joe Biden al relajar las sanciones impuestas por su antecesor y que no ha derogado del todo, estima Eglée González Lobato, directora de la Cátedra Libre Democracia y Elecciones de la Universidad Central de Venezuela.
“En todo caso, lo que sí pareciera que pueda ocurrir es que quiera seguir transitando esa ruta para ser parte de los Brics (el grupo de países que reúne a Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica y que pesa más de 25% del Producto Interno Bruto Mundial) y formar parte de esa nueva visión multipolar que se dará a partir del año 2025”, agrega.
Algo similar deja entrever Eduardo Valero, director de la Escuela de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela, al precisar que la cercanía geográfica de Venezuela con Estados Unidos explica que en ese país se hayan hecho tres refinerías a la medida del crudo pesado venezolano. Un detalle nada menor en una época de conflictos en curso o en ciernes, en los que los Estados buscan garantizar una autosuficiencia energética o continental.
Así que aunque la producción petrolífera de Venezuela apenas haya alcanzado los 922.000 barriles diarios en junio de 2024, según sus propias cifras —contra más de 3 millones en su mejor época—, sigue siendo un poderoso argumento para el chavismo, que mantiene las mayores reservas probadas del mundo.
Sus tres principales compradores son actualmente China, Estados Unidos e India, en ese orden, recuerda Roberto Pérez, profesor de economía de la Universidad del Rosario, en tanto que sigue manteniendo relaciones con los países más relevantes de Latinoamérica para su economía. Lo cual mantiene —de momento— a la Venezuela de Maduro en una situación económica y geopolítica internacional mucho más cómoda de lo que puedan dejar pensar los medios occidentales, que a veces informan con el deseo.
Con información de proceso.com.mx