Mientras el intenso frío nos obligaba a los chihuahuenses a quedarnos en casa, como muchos aproveché para ponerme al día con las series que me faltaban, pedí recomendaciones y de manera abrumadora me invitaron a ver El Juego del Calamar, una serie surcoreana brutal, una distopía llena de acción y suspenso.
En este universo ficticio las reglas no las dictan tus necesidades, sino una élite insaciable que obliga a participar en juegos crueles y despiadados solo para sobrevivir. Un trabajo cinematográfico que combina un diseño visual vibrante y perturbador, escenarios infantiles contrastados con violencia extrema, sin embargo, lo primero que vino a mi mente es que la fantasía nunca opera tan lejos de la realidad. Lo que para un mundo desarrollado como el surcoreano es una trama fantasiosa, para quienes habitamos otras latitudes no es tan extraordinario.
Los chihuahuenses no tenemos que ir tan lejos para participar en juegos sádicos de la élite gobernante, las familias de Chihuahua también nos tenemos que jugar la piel por sobrevivir, bajo los ojos impiadosos de quienes prometieron defender a este norte.
Mientras que las familias chihuahuenses luchan por llegar a fin de mes, mientras que padres de familia tienen que sacrificar pagos para poder llevar alimentos a su mesa, mientras que las familia se fajan con entereza para que a los suyos no les falte, el gobierno, con la mano en la cintura las quiere sangrar impuesto tras impuesto.
No basta más que ver la revalidación vehicular, que de manera más adecuada a su naturaleza debería ser llamada la extorsión vehicular. El impuesto a tener un auto, el impuesto a las familias que emplean un vehículo para su trabajo, para su movilidad, para llevar a sus hijos a la escuela.
Esta extorsión, en el 2025 para muchas familias superará los 4 mil pesos, es una extorsión descarada que coloca a miles de chihuahuenses en una situación insostenible. Este abuso no es otra cosa que un castigo impuesto por quienes gobiernan, completamente ajenos a la realidad de quienes apenas logran llegar a fin de mes. Mientras ellos se reparten privilegios, el pueblo tiene que sacrificar lo poco que le queda para cumplir con esta obligación fiscal injusta.
Es inaudito que el gobierno estatal insista en recaudar a toda costa, sin importar que muchas familias tengan que decidir entre pagar este impuesto o cubrir necesidades básicas como alimentación, vivienda o educación.
Como el primer servidor de los chihuahuenses he hecho el compromiso inquebrantable de estar del lado de las familias, sin importar el tamaño del enemigo, sin dilaciones, sin titubeos, porque este es mi llamado. Construir unidos un Chihuahua más justo y próspero para quienes amamos a este nuestro Norte Patria.
Por eso, he promovido una iniciativa para reducir este impuesto en un 50%, eliminar cobros ridículos y desmedidos como la revisión de documentos, la impresión de la tarjeta de circulación, los recargos por “aportaciones voluntarias”.
Basta de sádicos juegos, basta de sangrar sin piedad a quienes trabajan. Basta de este salvaje juego de luz roja, luz verde. En Chihuahua también parece que alguien se divirtiera viendo la batalla por sobrevivir.
Demos una estocada a quienes nos gobiernan con desprecio, demos la muestra de que Chihuahua es insumiso, acabemos con el excesivo cobro de impuestos, para que el fruto del esfuerzo de los chihuahuenses se quede en sus bolsas. Este cobro para ellos no es más que una cifra en sus presupuestos, para las familias de Chihuahua es el sustento de sus hijos.