BOGOTÁ (Proceso).– En el momento en que Nicolás Maduro juramentó este viernes último para un tercer mandato como presidente de Venezuela, la vía electoral como mecanismo para que los ciudadanos designen a sus gobernantes quedó sepultada en ese país. Al menos mientras la facción más dura del chavismo se mantenga en el poder.
Así lo plantea a Proceso el director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Benigno Alarcón, quien dijo que el régimen que encabeza Maduro, en ciencia política, “se llama dictadura”.
En ese sentido, lo que el mundo presenció el viernes 10 de enero es “la consolidación, de facto, de un autoritarismo hegemónico en el que lo electoral habrá perdido todo valor como instrumento de cambio político y en el que un solo hombre controla todos los poderes del Estado”, asegura.
Y es que, por primera vez, existen pruebas de que el gobierno de Maduro y las instituciones bajo su control cometieron un fraude electoral en unos comicios presidenciales.
La oposición cuenta con actas digitales originales, certificadas con códigos QR, de lo ocurrido en las mesas de votación el 28 de julio último. Según esos documentos, el candidato opositor Edmundo González Urrutia ganó la elección presidencial con 67% de los votos mientras que Maduro obtuvo 31 por ciento.
El Centro Carter, único organismo independiente al que el régimen permitió observar las elecciones junto con una delegación de la ONU, presentó ante la Organización de Estados Americanos (OEA) esas actas en octubre pasado y avaló el triunfo de González Urrutia con el mismo porcentaje de votos.
“Estamos ante el mayor fraude electoral del siglo XXI en América Latina”, señala la presidenta de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA, por sus siglas en inglés), Carolina Jiménez, una doctora en estudios internacionales nacida en Venezuela que también tiene la nacionalidad mexicana.
Todo cuesta arriba
Pero lo que viene para Maduro no será fácil. Aunque este exsindicalista de 62 años ha demostrado que su principal habilidad política es su capacidad para mantenerse en el poder, la consolidación de su régimen de facto requerirá, en esta nueva circunstancia, más destreza que nunca.
Lo anterior es porque, de acuerdo con estudios de opinión, dos terceras partes de los venezolanos están convencidos de que el opositor González Urrutia ganó las elecciones del 29 de julio y que esto obliga a que la voluntad popular sea respetada, lo cual ha impedido hasta ahora que el gobierno logre el propósito de “pasar la página” de esos comicios.
También porque el 20 de enero próximo asumirá como presidente de Estados Unidos un Donald Trump recargado. Hace seis años, en su primer mandato, el empresario de extrema derecha falló en su propósito de deponer a Maduro, y en esta ocasión tendrá como secretario de Estado al republicano de la Florida Marco Rubio, un partidario de la línea dura contra el régimen de Caracas.
El 9 de enero reciente, luego de que la líder opositora María Corina Machado fuera retenida en Caracas durante una hora por agentes chavistas, Trump escribió en la red Truth Social que ella y el “presidente electo” González Urrutia se están expresando pacíficamente.
Creciente conflictividad
Para Carolina Jiménez, el hecho de que existan “pruebas irrefutables” del triunfo electoral de González Urrutia, marca una diferencia sustantiva con respecto de la crisis poselectoral de hace seis años, cuando el entonces líder de la Asamblea Nacional, el opositor Juan Guaidó, se autoproclamó “presidente encargado” de Venezuela.
Pese a que Guaidó tenía el respaldo de Estados Unidos (entonces gobernado por Trump, en su primer mandato), la Unión Europea y buena parte de Latinoamérica, eso no bastó para que Maduro dejara el poder.
“Pero hoy estamos en otro momento político –plantea la presidenta de WOLA– porque Guaidó era presidente de la Asamblea Nacional y Edmundo González fue elegido presidente de Venezuela por el voto popular y por una gran mayoría de venezolanos”.
Es un hecho que la sombra del fraude electoral seguirá gravitando en Venezuela y que ese factor fue el telón de fondo de la juramentación de Maduro para un nuevo mandato.
Por eso no sorprendió el énfasis que puso Maduro en su discurso de juramentación en el carácter “democrático” de su elección, el cual no ha demostrado hasta ahora pues ni él ni los poderes del Estado que él controla han divulgado las actas electorales que demuestren su triunfo.
Con información de proceso.com.mx