Las posturas y reacciones del presidente electo de EE.UU., Donald Trump, han sido, durante su carrera política, sorpresivas para el mundo. Pero el repertorio discursivo que está blandiendo antes de asumir su cargo, está corroborando que su estilo viene a imponerse nuevamente.
En torno a América Latina, e incluso a todo el continente, Trump está produciendo una proliferación de flancos que hace pensar que EE.UU. va hacia el "autoaislamiento", al menos en referencia al resto del continente americano. La proliferación de estos flancos se producen también por la no exclusividad de temas ideológicos, es decir, por la agregación de nuevos ejes de disputa.
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Los nombramientos que ha hecho el presidente electo en diferentes instancias, pero sobre todo en el Departamento de Estado con el senador Marco Rubio como próximo titular de la agencia y con Mauricio Claver-Carone como el siguiente enviado especial para América Latina, ambos cubanos y radicales de derecha, significan una afilada respuesta en contra de los adversarios ideológicos de EE.UU.: Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Pero desde su triunfo en noviembre, Trump ha preferido enfilar baterías contra países que no se suponían dentro del radar de conflictos esperados: algunos insospechados, como Panamá y Canadá; otros previstos, como México; y otros inauditos, como Groenlandia (Dinamarca).
Especial atención habría que darle a la escalada verbal contra Panamá y la administración del Canal de Panamá, del que ya el magnate anunció su deseo de pedir su devolución debido a que se cobra tarifas "injustas" a los barcos estadounidenses por utilizar la vía marítima.
El presidente panameño, José Raul Mulino, es un líder de derechas, ideológicamente cercano a Trump. Además, podría ser su aliado en materia de migración. Sin embargo, Trump ha decidido manejar poca "mano zurda" y ha preferido reabrir un tema que parecía totalmente enterrado, como lo es la propiedad del canal de Panamá, y que puede a unir a diferentes sectores latinoamericanos en contra del próximo presidente de EE.UU..
De hecho, Mulino negó la presencia china en el canal —que Trump denunció—, y rechazó de plano bajar las tarifas asignadas, lo que supone una postura nacionalista pero a la vez temeraria contra un coloso que ya les invadió en 1989.
Trump abre diatriba con Canadá
El percance no ha sido solo con Panamá, sino que va más allá de América Latina.
Es Canadá el país con que Trump ha tenido los más antipáticos comentarios en esta nueva era, dando a entender que el país que ocupa toda la frontera norte estadounidense debería ser un estado más de EE.UU., lo que ha generado incomodidades en el primer ministro, Justin Trudeau, cuyo gobierno pasó de una sólida estabilidad a una crisis, luego de la declaratoria de guerra arancelaria con que amenazó Trump días después de ganar las elecciones.
Trump prefirió enfilar baterías contra países que no se suponían dentro del radar de conflictos esperados: Panamá, Canadá, México y Groenlandia (Dinamarca).
Por otra parte, Trump ha abierto un flanco inesperado con su provocación en torno a una hipotética compra de Groenlandia a Dinamarca, un territorio que no está en venta y que se ubica en América del Norte aunque su propietario sea europeo. Esto provocó la respuesta automática del gobierno danés, aumentando el presupuesto militar para la isla.
El presidente electo también ha hecho lo propio con su vecino del sur, México, a quien le ha acusado de ser responsable del ingreso de fentanilo y la migración irregular a los EE.UU..
Desde un enfoque meramente geográfico, pareciera que Trump se está "autoaislando" antes de sentarse en la silla presidencial, ya que ha abierto flancos hacia el norte, al sur, en la frontera americana con Europa, en el canal que es también una frontera interoceánica, y en líneas generales, con América Latina, tocando temas de común preocupación.
Mientras tanto, los más afinados ideólogos de la derecha radical en América Latina no han saciado apetencias en cuanto a la carga de Trump hacia sus "adversarios naturales", a quienes hasta ahora no ha atacado tan firmemente como podría esperarse, sobre todo después de los nombramientos mencionados.
Cuando Trump tome posesión, buena parte del continente estará ansiosa por saber si los verbos belicosos se van a quedar en discursos o si van a devenir políticas concretas a implementar que pueden generar desestabilización regional.
También ha generado diatriba con un sector que no solo se ubica en las fronteras de EE.UU., sino en su propio interior, como lo es la migración latina, que supone un flanco interno en contra de la minoría más grande de todo EE.UU., a quienes está amenazando con un proceso de deportaciones masivas que así como genera inquietudes en su propio país, también en la gran cantidad de países que han sido emisores de migrantes: México, Centroamérica, Venezuela, Colombia, Cuba y Haití, entre otros.
Así las cosas, cuando Trump tome posesión el 20 de enero, buena parte del continente estará ansiosa por saber si los verbos belicosos se van a quedar en discursos o si van a devenir políticas concretas a implementar que pueden generar desestabilización regional. En fin, si se va a empeñar en controlar a América toda, o si va a privilegiar los conflictos en otras regiones.
Para mayor crispación, la administración saliente del presidente Joe Biden, y de su secretario de Estado, Antony Blinken, están minando el campo de las relaciones internacionales, no solo con Europa —con el permiso a Ucrania para disparar misiles de fabricación estadounidense contra Rusia—, sino también con América Latina. El pasado 27 de diciembre, el Departamento de Estado de EE.UU. sancionó a 27 personas de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras, que se suman a los 21 funcionarios venezolanos a quienes se dictó medidas coercitivas unilaterales el pasado noviembre.
Estas sanciones contra magistrados, rectores, políticos, jueces y alcaldes, genera ruido en las relaciones diplomáticas e imposibilita una relación diáfana entre EE.UU y el resto de países sancionados.
La nueva administración, repleta de halcones, tendrá ahora que moderar no solo el ímpetu imponderable de su líder, sino también el escenario conflictivo que le deja la gestión saliente. Un verdadero laberinto para EE.UU., América y el mundo.
Con información de actualidad.rt.com