Samuel García Sepúlveda viene navegando entre grandes escándalos políticos y financieros en sus primeros tres años como gobernador de Nuevo León.
Su última sorpresa fue que se regaló para esta Navidad un rancho de 700 hectáreas en Burgos, un predio que está en una cuenca de gas entre Nuevo León y Tamaulipas y que está valorado en 50 millones de pesos.
El dato curioso es que ese predio, en donde ya se están construyendo casas y alberca, es propiedad de una familia constructora de renombre en Nuevo León, a la que casi simultáneamente a la posesión del inmueble acabaron por otorgarle la construcción de las Líneas 4 y 6 del Metro de Monterrey.
Este no es el primer escándalo inmobiliario con elevado sospechosismo. Unos meses atrás se conoció que el gobernador de Nuevo León ya era el propietario de la mayor extensión de tierras en la zona dorada de San Pedro Garza García. Se quedó con 17 hectáreas en la llamada Mesa de la Corona, una extensión en una posición que ninguna de las grandes familias de abolengo de Monterrey posee, a pesar de sus multimillonarios capitales. El terreno está valuado en 1,200 millones de pesos.
Aquí no se dio compra alguna. Era una garantía que entregó el Grupo Gentor para liquidar servicios fiscales de los despachos de los tres “Samueles” a sus empresas. Y cuando los propietarios fueron a entregar los 300 millones para finiquitar el presunto adeudo y rescatar esa garantía, el predio ya estaba a nombre de la madre del gobernador de Nuevo León. Se lo agandallaron, abusando del poder. Y lo que es peor, los servicios del despacho fiscal fracasaron.
El común denominador de los dos escándalos inmobiliarios es que ambos fueron protocolizados en la Notaría Pública 149, asignada a Andrés Alonso Rodríguez Mercado, un amigo íntimo al que hizo notario el gobernador Samuel García Sepúlveda.
En la operación de San Pedro, la pregunta es ¿cómo pudo ponerse el predio a nombre de la madre del gobernador, si no existe de por medio la firma de venta de los propietarios? Y en el caso del reciente escándalo del rancho en Burgos, ¿cómo pudo estamparse el nombre del padre de Samuel García Sepúlveda en el preventivo del Registro Público de la Propiedad, cuando ese predio está en medio de un procedimiento legal de cesión entre la madre de los constructores y sus seis hijos?
Lo que se asoma aquí es un modus operandi en el que el gobernador fabrica estratagemas para hacerse -por la buena o por la mala- de inmuebles tan costosos de justificar con sus ingresos como mandatario y deja abierta la puerta para levantar la sospecha de que esas operaciones son comisiones a la familia García Sepúlveda y García Mascorro por la asignación de obras.
Dirá el gobernador de Nuevo León que su fortuna viene del despacho Firma Jurídica y Fiscal, un epicentro nacional de facturerismo, que es manejado por su padre y su medio hermano del mismo nombre. Pero la bonanza de estos servicios de cabildeo o “coyotaje fiscal” no se sostienen sin entrar a la zona del conflicto de interés que significa que el gobernador de Nuevo León continúa siendo socio de ese despacho, en opulencia desde que él se encumbró en el cargo de mayor poder en Nuevo León.
Hasta hace apenas cinco años, cuando Samuel García Sepúlveda era senador, el despacho familiar no facturaba más de 10 millones de pesos al año. La casa de la familia y el despacho estaban ubicados en la colonia Las Brisas, una zona de clase media. Hoy, la familia vive en mansiones en las mejores áreas de San Pedro y el despacho intocable ocupa decenas de metros cuadrados en la exclusiva Torre Helicon, también en Garza García.
La jauja vino de súbito desde que Samuel García Sepúlveda se instaló como gobernador. Fue a partir de entonces que la facturación creció de 10 millones de pesos al año a 800 millones de pesos anuales. Tiene acumulados cobros por 2 mil 400 millones de pesos en los tres años como gobernador. Hay que darle salida a ese dinero, hay que comprar predios. En México y en Estados Unidos.
Lo curioso es que todas estas maniobras que huelen mal son toleradas en la más completa impunidad por los líderes políticos, empresariales y sociales de Nuevo León, que prefieren callar y voltear a ver para otro lado, antes que exigir cuentas.
Los diputados locales de Morena no sólo se hacen de la vista gorda, sino que se instalan como cómplices del gobernador de Nuevo León. Su voto es decisivo para llevar a Samuel García Sepúlveda a juicio político. Pero ellos ya se rentaron como guardaespaldas del insaciable. La orden vino de Palacio Nacional. ¿A cambio de qué? De que Samuel García Sepúlveda le entregue, en 2027, la gubernatura a Morena.
En el sector privado, la sorpresa es mayor. Salvo Fernando Canales Stelzer, el presidente de la Cámara Nacional de Comercio, quien salió a exigir al gobernador que explique el origen de sus recursos para comprar esos costosos inmuebles, el resto de los empresarios están pasmados. No quieren problemas con la 4T. Con ese silencio cómplice se ven más bonitos. Y los liderazgos político-sociales -salvo el del bloque del PRIAN, las posiciones de Lorena de la Garza, Carlos de la Fuente, Rebeca Clouthier y Liliana Flores- todos están callados. No quieren hacer olas.
Y mientras tanto, Nuevo León naufragando en falta de acuerdos políticos, con un tercer año operando sin presupuesto porque no hay diálogo, campeón nacional de deuda entre todos los estados, e integrante del Top 10 de las entidades más inseguras por el número de homicidios y con uno de los peores sistemas de movilidad de México.
Cuando se evidenció el primer escándalo inmobiliario, el de San Pedro, el gobernador de Nuevo León salió a dar explicaciones que a la postre fueron falsas. Hoy, con el escándalo del rancho de Burgos, nada de dar la cara más allá de un mensaje en las redes sociales en el que reitera que todo eso es falso. La realidad se encarga de restregarle en su rostro que esa mentira no es verdad. Está insaciable y continuará así, porque en el pujante estado de Nuevo León, aún con toda esa evidencia, no pasa nada. Hasta que el hartazgo se desborde y entonces sí, pase algo. ¿Cuántos otros regalos de Navidad recibió en los últimos días Samuel García Sepúlveda, que no conocemos?
Con información de Latinus