Durante una excavación del Templo Mayor de la Ciudad de México en la década de 1980, arqueólogos descubrieron una fosa común con los restos de al menos 42 niños que habían sido sacrificados en honor al dios de la lluvia Tláloc durante el antiguo Imperio mexica. No obstante, hasta ahora, los expertos no podían determinar la causa detrás de la denominada Ofrenda 48.
Entre finales de julio de 1980 e inicios de enero de 1981, los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) hallaron en el sector noroeste de la estructura los restos de infantes de diversas culturas de Mesoamérica. Entre ellos, había masculinos de entre 2 y 7 años de edad, además de seis niñas. Otro estudio determinó que la mitad de las muestras obtenidas tenían hiperostosis porótica, es decir, un aumento de la masa ósea derivado de problemas nutricionales.
Después de décadas de misterio, los científicos lograron descifrar finalmente que los mexicas realizaron tal sacrificio con la intención de poner fin a una brutal sequía que desató el caos en la cuenca de México, en el centro del territorio mexicano, a mediados del siglo XV. Así lo anunció Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor, en el reciente IX Encuentro Libertar por el saber, titulado 'Agua y vida'.
"Todo parece indicar que las sequías en el verano temprano habrían afectado la germinación, el crecimiento y el florecimiento de las plantas previo a la canícula. [...] Las heladas de otoño habrían atacado al maíz antes de su maduración. [...] Ambos fenómenos juntos habrían acabado con las cosechas y conducido a situaciones de hambruna prolongada", explicó el experto.
Una lápida calendárica en la parte oriental del Templo Mayor, ubicada en la etapa IV y IV de la estructura, con la fecha 'ce tochtli' (1 conejo / 1454 d. C.), corresponde arquitectónica y temporalmente con la ofrenda masiva encontrada, que a su vez coincidió con la gran sequía de 1452 a 1454 en el centro de México, destacó. En aquel momento, el Imperio mexica estaba gobernado por Moctezuma Ilhuicamina (1440-1469), que debió lidiar con los devastadores efectos de la hambruna.
En ese sentido, López Luján señaló que las fluctuaciones climáticas influían profundamente en las dinámicas económicas y religiosas del Imperio Mexica y que la Ofrenda 48 es un testimonio de aquella desesperación colectiva.
"En un primer momento, el Estado mexica intentó mitigar sus efectos abriendo las trojes reales para redistribuir el alimento entre las clases más necesitadas, al tiempo que realizó sacrificios multitudinarios de niños en el Templo Mayor para calmar la furia de los tlaloques", indicó el especialista, en referencia a las criaturas mitológicas encargadas de repartir la lluvia en vasijas.
Tal estrategia fue utilizada durante un tiempo para hacer frente a la adversidad, pero la excesiva duración de la sequía volvió vulnerable al aparato estatal, que debió permitir el éxodo masivo de su pueblo, agregó. Además, la hambruna y las plagas obligaron a familias enteras a vender a sus descendientes a cambio de provisiones.
Los primeros restos óseos estaban dispuestos boca arriba y con las extremidades contraídas, dentro de unas cajas de sillares de 170 x 111 centímetros ubicadas sobre una capa de arena marina. Algunos de ellos llevaban atavíos, collares de chalchihuites y una cuenta de piedra verde en la cavidad bucal.
Por encima de ellos, los sacerdotes encargados del ritual religioso colocaron más cuerpos y los salpicaron con pigmento azul. Además, agregaron varias calabazas, elementos marinos, pequeñas aves, una navaja de obsidiana, copal y once esculturas hechas con rocas volcánicas tezontle, que imitan jarras con el rostro de Tláloc.
Con información de Actualidad.rt