En esta ocasión, quiero hablar de un tema que ha quedado eclipsado por la atención que la seguridad pública ha acaparado, especialmente en estados como Sinaloa y Guerrero, donde el estado de derecho ha sido lamentablemente vulnerado en los últimos días. Es doloroso reconocer que no es la mejor manera de recibir a un país, con violencia y una evidente ruptura del orden legal.
Sin embargo, lo que me gustaría abordar hoy es una de las iniciativas que más han llamado mi atención, la propuesta de reducción de la jornada laboral. Aunque ya se había presentado antes, esta reforma ha vuelto a resonar tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado. La iniciativa busca reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales, y considero que es un cambio positivo para la sociedad mexicana.
Experiencias en países como Alemania y Suecia, en donde se trabajan 1,341 y 1,440 horas por año, respectivamente, nos demuestran que reducir horas de trabajo aumenta la productividad. En México, esta medida podría mejorar la calidad de vida sin sacrificar la rentabilidad de las empresas.
Entiendo que, desde una perspectiva empresarial, algunos sectores pueden argumentar que esta medida podría generar pérdidas económicas. Sin embargo, creo firmemente que hay empresas socialmente responsables que comprenden la importancia de mejorar las condiciones laborales. No todas, por supuesto, pero incluso para aquellas que no estén de acuerdo, se podría establecer una transición gradual que permita implementar la reforma de manera efectiva.
La reducción de las jornadas laborales no solo beneficia la salud física y mental de los trabajadores al disminuir el estrés crónico y el agotamiento, sino que también promueve una mayor eficiencia y productividad en el tiempo de trabajo. Es fundamental recordar que esta propuesta se presenta en un contexto de transformaciones laborales importantes, como lo fue la regulación del outsourcing, lo que refuerza la necesidad de seguir avanzando hacia condiciones más justas.
Es clave que el gobierno apoye a las empresas en este proceso, con políticas que faciliten la transición y equilibren el bienestar de los trabajadores con la productividad empresarial.
A manera de una reflexión conclusiva, creo que esta reforma es un acto de justicia social que dignifica la vida de los trabajadores, mejorando su bienestar y promoviendo un entorno laboral más equilibrado. A largo plazo, incluso las empresas podrían beneficiarse de una fuerza laboral más motivada y productiva.