A tan solo una semana de la conclusión del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, el panorama que deja su administración es, sin duda, complejo. Si bien su mandato estuvo marcado por decisiones significativas en diversas áreas, el tema de la seguridad nacional emerge como uno de los más delicados. Las cifras no mienten: la violencia en México ha alcanzado niveles históricos, con cerca de 200,000 homicidios registrados durante su gestión. Este es un dato alarmante que, además de convertirse en un sombrío legado, pone sobre la mesa el reto monumental que deberá enfrentar la próxima presidenta electa, Claudia Sheinbaum.
Uno de los ejemplos más recientes y preocupantes que retratan esta crisis es la situación de Sinaloa, donde la seguridad pública se ha transformado en un verdadero desafío para las autoridades. Este estado, uno de los epicentros del narcotráfico y el crimen organizado, representa una de las pruebas más complicadas para cualquier administración entrante. El gobierno de López Obrador intentó implementar su estrategia de "abrazos, no balazos", buscando un enfoque menos violento en la lucha contra el crimen, pero los resultados no han sido los esperados. La violencia no solo no disminuyó, sino que alcanzó niveles sin precedentes.
El problema no es exclusivo del actual sexenio, pero es indiscutible que se ha agravado en los últimos seis años. Desde la guerra contra el narcotráfico declarada en 2006, la violencia en México ha escalado a un ritmo preocupante. No obstante, los expertos coinciden en que los últimos años han sido particularmente duros en cuanto al número de víctimas y la expansión de grupos delictivos en todo el país.
Ahora, con Claudia Sheinbaum lista para asumir la presidencia, la pregunta es inevitable: ¿cómo planea abordar esta crisis? Sheinbaum, quien recordemos viene de estar al frente de la Ciudad de México, tendrá que enfrentarse a una realidad innegable: el tema de la seguridad pública.
Siendo este uno de los ejes centrales de cualquier administración y de la vida de una sociedad que reclama tranquilidad, la futura presidenta deberá encaminar un nuevo sentimiento de confianza hacia las instituciones de seguridad. Una nueva política en la conducción de estas instituciones será indispensable, ya que no habrá margen de error. En mi opinión, este ha sido uno de los aspectos en los que más se ha fallado durante la administración que está por concluir, y podría convertirse en un área especialmente delicada para el próximo gobierno
El cierre del sexenio de López Obrador nos deja una lección clara: no todas las herencias facilitan el camino, y algunas, por el contrario, pueden convertirse en un verdadero desastre.