A pesar de la contaminación y la destrucción de su hábitat, las flores amarillas siguen colmando las laderas y cimas de los cerros, como celebrando que siguen vivas, superando todo desafío y obstáculo, viviendo cada instante, pues podría ser el último. Especies como la Tecoma, el Mezquite, los Huizaches, las Sennas, los girasoles silvestres y muchas otras nos recuerdan que la vida es celebración, belleza, fuerza y resistencia.
En eso nos miramos reflejados miles de chihuahuenses que votamos por la protección de nuestro territorio: más del 99% de votos a favor de que se proteja el Cerro conocido como la Mesa de los Caballos representan un paso histórico para la defensa de los derechos ambientales de las familias de Chihuahua, un antecedente y una poderosa afirmación. Alzar la voz, aún con todo en contra, como las flores del desierto, para decir: Elegimos la vida.
Preferimos la vida, aunque sea difícil, aunque cueste esfuerzo y lucha, aunque requiera sacrificios. Vamos a escoger el camino del respeto, del reconocimiento, de los ciclos de la naturaleza. Chihuahua ya no quiere ser una ciudad conocida solo por los productos de su trabajo, porque para trabajar hay que disfrutar, hay que contar con espacios para relajarse en familia. Eso es lo que nos merecemos los trabajadores de Chihuahua, y eso vamos a conseguir por medio de la lucha legal y pacífica.
Así estamos aprendiendo con el movimiento Salvemos los Cerros: podemos soñar con otras formas de vivir en esta tierra y hacer planes para que se hagan realidad. Podemos cuestionar a los poderes políticos y económicos, podemos proponer, sembrar, construir, inventar, caminar y, sobre todo, celebrar la vida: la de quienes ya se fueron, porque amamos su recuerdo; la de quienes vendrán, porque amamos su dignidad; y la de quienes estamos aquí resistiendo, porque es lo que nos merecemos.
La gente de Chihuahua puede estar a la altura del desafío histórico socio-ambiental que tenemos frente a nosotros: el colapso de la biodiversidad, el saqueo de agua, la crisis climática y ambiental. Tenemos capacidades e ideas; tenemos el corazón y el cerebro. Esto lo acabamos de demostrar ganando de forma contundente la consulta pública por la defensa de la Mesa de los Caballos. Ahora falta ver si las autoridades están a la altura de este desafío, si son capaces de escuchar a la gente o si pasarán a la historia como obstáculos, adversarios de la celebración, contrarios a la defensa de la vida.
Es probable que las ganancias de los sectores acomodados sufran pérdidas si continúa la protección del territorio, pero esas pérdidas pueden recuperarse. Estos sectores pueden sumarse a la ola de amor y cuidado que las familias de Chihuahua impulsamos. Lo que no se puede reponer es el paisaje, la diversidad genética de la flora y la fauna, los árboles de encino de más de 100 años, y las zonas de captación de agua destruidas por los fraccionamientos. Todo esto representa un daño irreversible, y es necesario poner en la balanza qué nos conviene conservar.
Ya se acabó la consulta pública municipal, pero siguen las consultas del corazón y de la consciencia. Sigue preguntarnos qué vamos a hacer para que las futuras generaciones vivan dignamente en ciudad Chihuahua, qué vamos a hacer para respetar el legado y la memoria de las generaciones pasadas, qué vamos a hacer para que la defensa de la Mesa de los Caballos y de muchos otros sitios—como el Arroyo de las Ánimas, el Cerro Coronel, el Colorado, el Grande, el Mogote y tantos más—sea el reflejo y la prefiguración del mañana que queremos: un futuro de respeto, amor y cuidado por la gente y la naturaleza que nos da vida. No admitiremos nada menos que esto.