Como lo manifesté en días recientes ante los medios de comunicación, este tema ha sido sumamente difícil para mí y para mi familia y nos ha causado mucho daño. Han sido casi dos años de cargar injustamente con esta situación por lo que consideré necesario hablar acerca del tema.
Antes de empezar, quiero decir con toda responsabilidad que María Elena Ríos sufrió un ataque terrible que cambió su vida para siempre; yo mismo fui testigo durante el tiempo que tuvimos cercanía de las graves e irreparables consecuencias que ese ataque trajo a su vida, y jamás voy a cuestionar la legitimidad de su lucha y la de tantas mujeres que han sido víctimas de ataques con ácido en nuestro país.
Jamás ha sido mi intención, ni será, cuestionar que ella, como víctima de ese lamentable ataque, sea a su vez la voz de muchas otras víctimas, y naturalmente quiero que a ella se le haga justicia.
Retomando el tema, a partir de 2022 María Elena Ríos hizo afirmaciones públicas sobre mí a través de diversas plataformas y medios de comunicación. A consecuencia de sus manifestaciones, las cuales no corresponden a la realidad, he tenido serias afectaciones psicológicas, familiares, en mis relaciones personales y, como es conocido públicamente, también consecuencias laborales en mi carrera como actor.
Durante mucho tiempo me abstuve de hablar del tema públicamente por miedo a represalias y porque, aunque yo saliera a decir la verdad, la gente no me iba a creer por la fuerza mediática de quien me acusaba. Se ha mostrado una imagen de mí y de los hechos que no es real, sin que existiera un foro o proceso adecuado para que yo pudiera defenderme.
En las redes sociales me enjuiciaron, encontraron culpable y condenaron con base en afirmaciones sin prueba alguna, violando mi más básico derecho humano a la presunción de inocencia.
A pesar de ello, he tomado la firme decisión de ya no callar y contar públicamente la realidad de los hechos, mismos que puedo sostener con pruebas contundentes, concretamente por medio de las conversaciones que vía WhatsApp sostuve con María Elena Ríos, cuya veracidad se encuentra convalidada por dictámenes periciales y que estoy en posibilidad de aportar en cualquier momento ante cualquier autoridad o medio de comunicación, si así me lo indican mis abogados.
Conocí a María Elena Ríos en abril de 2022, cuando los dos estábamos involucrados en el colectivo de Poder Prieto. A partir de que nos conocimos tuvimos una buena relación, primero de amistad y después sostuvimos una relación sentimental abierta y absolutamente consensuada.
Durante el tiempo que duró esta relación ambos teníamos la libertad de ver a otras personas, pues nunca consolidamos una relación formal ni exclusiva, incluso esto se comentó en un grupo de WhatsApp con miembros del colectivo. A pesar de ello siempre hubo amabilidad, cariño, respeto y entendimiento mutuo.
Ya que María Elena Ríos ha manifestado públicamente que yo me retiré el preservativo sin su consentimiento mientras sosteníamos relaciones, quiero ser muy preciso en informar que desde antes de conocerla yo me hice la vasectomía. Cuando ella y yo tuvimos relaciones por primera vez le dije que tenía la vasectomía y por decisión de ambos tuvimos relaciones sin preservativo. Nunca usamos protección por decisión de los dos como adultos que somos. No me pude haber quitado algo que nunca usábamos. Para mí fue muy sorpresivo leer en la prensa y en las redes sociales una versión de los hechos que no correspondía a la realidad.
No usar protección fue algo platicado y aceptado por los dos, por lo que no entendí la razón por la que ella estaba dando esa versión. Quiero aclarar que de las propias conversaciones que ella y yo sostuvimos por medio de WhatsApp, se puede apreciar con toda claridad una narrativa y un contexto totalmente distinto al que ha expresado, jamás se desprende un reclamo o molestia de su parte como naturalmente lo sería en caso de que efectivamente me hubiese retirado el preservativo sin su consentimiento.
De esos chats yo destaco situaciones que llamaron fuertemente mi atención. En primer lugar, que la primera vez que ella me reclamó algo, fue cuando me dijo que yo la había enamorado, que tenía una facilidad para clavarme en los sentimientos de las personas y que por eso necesitaba un espacio porque su carácter se doblegaba cuando empezaba a sentir, y que la había “cagado” conmigo pues nadie merecía su cariño de esa forma. A todo eso yo le respondí que podíamos hablarlo, a lo que ella textualmente me respondió:
Hasta (sic) cargo de tus responsabilidades, ¿si cachas que puedo solita con mis emociones? En un tiempo me vas a velar verch (sic) como te vale la gente a ti” y “No lamentes, yo agradezco que sucedan cosas así. Aprendo.
Ese fue su reclamo en todo momento y a ese reclamo también debo contestar: yo decidí involucrarme personalmente con ella porque sentí compatibilidad, atracción y cariño, iniciando ambos por decisión propia una relación abierta consensuada; pasaron los meses y nunca establecimos una relación formal. No es mi intención revelar o abundar en nuestra intimidad. Sin embargo, sí debo precisar en que ambos fuimos totalmente transparentes y conscientes de que no habíamos consolidado una relación formal ni exclusiva, lo cual no implica que yo la haya enamorado con el fin de lastimarla, por supuesto que no, yo también sentía un gran cariño hacia ella.
Dentro del colectivo del que formábamos parte surgió un acercamiento intelectual y generacional con una compañera que tiene mi edad, y con quien comparto una afinidad en sentido del humor e intereses en común. María Elena Ríos se tomó muy mal esta situación y comenzó a ser hostil conmigo.
Me reclamó que hubiese tenido intimidad con varias parejas en el pasado y particularmente con una compañera con quien tuve un acercamiento un año atrás; me llamó depredador al interior del colectivo, por lo que le propuse vernos en un lugar público para hablar porque yo no tenía claro de dónde venía el enojo si en todo momento fuimos claros respecto de la relación que sosteníamos.
El 18 de mayo de 2022 nos vimos en un parque en el sur de la Ciudad de México y después de hablar por un rato ella me preguntó: “¿Qué estás dispuesto a dar para calmar este pedo?” En ese momento, sin entender con claridad qué era lo que me estaba pidiendo, sólo atiné a decir que podía pedirle una disculpa para reparar la herida si es que la hubo; pero que al final tuvimos un problema de comunicación, sólo sonrió y me dijo que no había problema, que estábamos bien. No imaginé en ese momento que esa pregunta pudiera tener la intención de hacerme daño.
Más tarde, ese mismo día me volvió a decir por mensaje de texto: “Si fuéramos unas hijas de la chingada (que lo somos) se hubiera hecho un desmadre hasta en el colectivo...” Esta vez haciendo referencia a la compañera con quien tuve un acercamiento un año atrás. Me dijo que por haberla hecho sonreír en la mañana en el parque yo era un manipulador, volví a ofrecer el platicar cara a cara y se negó. A la mañana siguiente dijo no estar enojada y me escribió: “Discúlpame por usar la palabra menos adecuada por pito suelto” “A nadie le haría daño, menos a ti” “Jamás, jamás haría algo para lastimarte, nunca. A ti no”. Con esto di por concluida la situación y finalizó nuestra relación sentimental, manteniendo la cordialidad y la ayuda que pudiera ofrecerle.
Después de esto la relación con María Elena Ríos continuó en un tono de mucho cariño y apoyo mutuo. Ella se mostró muy emocionada por un discurso que di el 23 de julio de 2022 en un evento en Estados Unidos y me escribió: “…me hiciste llorar, es muy poderoso lo que dijiste. Te quiero y admiro…”. A partir de ese momento nuestra relación fue buena, y durante varios meses intercambiamos mensajes con mucho cariño y apoyo mutuo, tanto yo apoyándola en su importante lucha, como ella respecto a mis proyectos profesionales. Para este momento ya no teníamos una relación íntima, pero conservábamos una amistad, o por lo menos eso creía yo.
Pasaron meses y una vez que se estrenó una película en la que participé, en noviembre de 2022 fui invitado a Palacio Nacional por el presidente Andrés Manuel López Obrador y juntos vimos un partido de futbol de la Selección Mexicana y conversamos sobre distintos temas. Esa visita fue pública.
Por razones que desconozco, pues aparentemente estábamos en buenos términos, una semana después de mi visita al presidente, María Elena Ríos en una entrevista que otorgó a una periodista, al finalizar hizo un grave señalamiento en mi contra al decir que cómo era posible que el presidente se reuniera con un “violentador sexual”.
Unos meses después comenzaron los múltiples señalamientos que se conocen públicamente de ella en mi contra, a través de varias plataformas y con distintos medios de comunicación en diferentes temporalidades; señalamientos que no fueron demostrados y que no encuentran justificación alguna.
Sin embargo, lamentablemente gran parte de la sociedad decidió condenarme sin que existieran pruebas sobre todo lo que ella dijo que sucedió y por eso me costó tanto trabajo animarme a contar la realidad de las cosas, por temor a no ser escuchado y a que no me creyeran, pero insisto, todo esto ha causado muchísimo daño a mí y a mi familia y es por eso que ya no puedo callar más.
Quiero decir que mi familia se ha visto muy afectada por estas incomprobadas acusaciones, a causa del hostigamiento, de las amenazas, del linchamiento mediático y social injustificado que hemos sufrido. Yo por mi parte he tenido severas afectaciones en mi salud mental, llevo mucho tiempo en terapia y tomando antidepresivos, atravesando crisis muy fuertes que me han dejado un síndrome que presentan las personas que han sufrido extorsiones o secuestros: como miedo, tristeza, impotencia y un enorme sentimiento de injusticia, de acuerdo al diagnóstico de los psicólogos y psiquiatras que me han valorado.
La lectura de los hechos conforme a las conversaciones que mi equipo de abogados en conjunto con expertos en informática y psicología han analizado, permite establecer que el reclamo de María Elena Ríos era que a su juicio la enamoré para sostener una relación íntima y después lastimarla, lo cual no corresponde con la realidad, y tampoco me mencionó o reclamó nunca, ni en persona ni en WhatsApp que yo me hubiera quitado un preservativo. Reitero, nunca usamos preservativo por decisión de los dos.
Después de todo este tiempo que ha pasado, siendo autocrítico creo que no debí participar en una relación tan acelerada como fue la nuestra, debí llevar las cosas con más calma y tiempo y, sobre todo, darme el tiempo de entender y reflexionar que ella estaba en una situación vulnerable por el proceso emocional y legal que vivía a raíz de la terrible agresión que sufrió.
Sin embargo, jamás voy a aceptar el haber hecho lo que ella ha afirmado, simplemente porque las cosas no sucedieron así. Mis chats de WhatsApp con ella lo demuestran.
Debo aclarar que jamás he recibido notificación alguna de procedimientos legales iniciados en mi contra, sus afirmaciones han sido única y exclusivamente de forma mediática -en un terreno en donde desafortunadamente no necesita probar su dicho para que la gente lo tome por cierto- porque a diferencia de lo mediático, ante las autoridades sí debe de probar lo que afirma en mi contra.
Por otro lado, es importante comentar que también María Elena Ríos intentó que se publicara un artículo en Estados Unidos, pues buscó a un medio de comunicación con la finalidad de que realizara una nota periodística en mi contra, basándose igualmente en afirmaciones muy alejadas de la realidad. Ante tal situación, al darme el medio de comunicación derecho de réplica, mi equipo legal en ese país se encargó de demostrarles que todas sus afirmaciones no pudieron resistir el más mínimo análisis de congruencia, además de que todas nuestras comunicaciones fueron sometidas a peritajes profesionales en México; incluso, ni siquiera fue necesario mostrar los peritajes ya que dicho medio de comunicación finalmente decidió no publicar esa nota periodística ante las evidentes inconsistencias.
Por último, quiero compartir que en marzo de este año, días antes del Día Internacional de la Mujer, recibí mensajes de texto SMS en mi teléfono celular de un número que no tengo guardado, donde la persona remitente manifestaba lo siguiente: “Que ya vas a trabajar? Que van a decir tus amigos gringos cuando sepan lo que eres violentador sexual no te vaya a pasar lo de la última vez que te bajamos. Esta india ya va a ser diputada tuviste tu oportunidad pero la dejaste pasar así que piénsale cuanto estas dispuesto a dar de aquí al 8 de marzo acuérdate que viene la marcha y te puedo hacer un desmadre y te chingas”.
A dicho mensaje respondí y la persona remitente continuó diciendo: “Te sientes muy chingon porque ya te invitan a eventos te vamos a armar un desmadre el día de la marcha si no ofreces nada te dije que somos cabronas nadie te va a salvar maldito violador”.
Este mensaje me causó mucho miedo, angustia y me generó una crisis emocional severa, por ello, al recibirlo cuando estaba en la ciudad de Morelia, Michoacán, decidí acudir ante la Fiscalía General de ese Estado y presenté una denuncia por el delito de extorsión en contra de quien o quienes resulten responsables, investigación que al día de hoy se encuentra en curso por lo que no puedo dar mayores detalles, pero que se encuentra siendo atendida por mi equipo de abogados y las autoridades están realizado las gestiones necesarias para identificar al remitente del mensaje, que se esconde detrás del anonimato de un teléfono no registrado.
También es importante mencionar que efectivamente sucedió lo que decían esos mensajes, pues durante la marcha por el Día Internacional de la Mujer en la Ciudad de México, se pegaron carteles con mi nombre, mi fotografía y acusaciones de “Depredador Sexual”, e incluso María Elena Ríos compartió una publicación con una fotografía de esos carteles en las historias de su cuenta pública de Instagram, en la cual tiene miles de seguidores, lo cual también motiva que el día de hoy haya decidido alzar la voz en este medio y contar la realidad de las cosas.
De ninguna manera es mi intención atacar mediáticamente a María Elena Ríos, simplemente se volvió insostenible esta situación y tengo el derecho a defenderme y defender a mi familia; entiendo totalmente que ella es víctima de un suceso lamentable y atroz y exijo como todos que se haga justicia por ese hecho, pero eso no le da derecho de convertirse en victimaria y ahora causar dolor y afectación a terceros.
Comentarios de Madrazo & Rosales Abogados
(Diego Madrazo Labardini y Julián Plutarco Rosales Escalona)
Es importante mencionar que, como a cualquier persona a la que se le atribuye un hecho, ya sea ante los medios de comunicación y redes sociales o en un proceso, Tenoch Huerta goza de diversos derechos fundamentales reconocidos por nuestra Constitución, como lo es la presunción de inocencia y el derecho a defenderse.
Es muy importante mencionar que ya se han realizado estudios periciales en diversas materias –principalmente sobre sus conversaciones de WhatsApp– que anulan en definitiva lo que se le atribuye, mismos que sin lugar a dudas serán exhibidos en ejercicio de su derecho a una defensa adecuada si esta controversia alcanza las instancias ministeriales y judiciales.
Estamos completamente seguros de la veracidad del dicho de Tenoch; no pensamos caer en argumentos leguleyos, su inocencia es clara porque así lo establecen las pruebas que hemos recabado y que estamos listos para exhibir íntegramente en caso de ser necesario.
Por último, en cuanto a la investigación que desarrolla la Fiscalía General del Estado en Michoacán, iniciada por el delito de extorsión contra quien resulte responsable, lo que podemos mencionar es que los mensajes que recibió Tenoch se enviaron desde un teléfono adquirido con la intención de mantener el anonimato del remitente. Sin embargo, confiamos en que los peritos y la policía de investigación logren identificar desde qué lugar se mandaron estos mensajes y así poder rastrear y ubicar al responsable, sin que podamos abundar más sobre el tema por el momento.
Con información de proceso.com.mx