A lo largo de mi recorrido en distintas disciplinas espirituales, me he encontrado con una idea recurrente: la eliminación del ego como camino hacia el crecimiento espiritual. Sin embargo, más que erradicarlo, creo que el desafío radica en reconocer las dos voces que coexisten en nosotros: la del ego y la del amor. Estas voces nos guían hacia destinos radicalmente diferentes, y nuestra capacidad para discernir entre ellas puede transformar nuestra experiencia de vida.
He llegado a entender al ego como un acompañante que siempre quiere tener la última palabra. Habla con una voz fuerte, que sostiene razones y justificaciones tan convincentes que, si no estamos alertas, pueden llevarnos por caminos de miedo y confusión. El ego, según el Dr. David Hawkins, representa la falsedad, mientras que el amor simboliza la Verdad. Y es en esta dicotomía donde se juega el destino de nuestras decisiones diarias.
A lo largo del día, en cada situación, relación o interacción, estamos frente a la elección de cuál de estas voces escuchar. La voz del ego está a menudo entrelazada con nuestra identidad, defendiéndonos y guiando nuestras reacciones. Es la voz que nos lleva a actuar en automático, a vivir en el enojo, la frustración y el juicio. Según Hawkins, el 97% de la humanidad vive a merced de esta falsedad, controlando sus experiencias y, aunque asegura su sobrevivencia, las situaciones resultantes son frecuentemente disfuncionales.
En mi experiencia como estudiante del Instituto del Proceso MMK, he aprendido a identificar las artimañas del ego y, poco a poco, he encontrado formas de alinearme con el amor. Al reconocer la oscuridad en la que vivía gobernada por el ego, ahora aprecio la luz que trae el amor. Elegir la paz es un acto consciente, que nace del conocimiento de lo deteriorante que es vivir desde el ego y el miedo.
Pero esta elección no siempre es fácil, y pocos logran mantenerse conscientes en cada momento. Por eso, propongo hacernos preguntas clave en momentos de duda: ¿Me siento incómoda? ¿Me siento pequeña, a la defensiva, aislada y reactiva? Si la respuesta es sí, es probable que estemos atrapados en las redes del ego.
Cuando nos encontramos en conflicto, como en una discusión acalorada con un familiar, el ego tiende a tomar el control, escalando el conflicto con respuestas defensivas. Sin embargo, si tomamos un momento para detenernos, respirar y reflexionar, podemos abordar la situación con empatía y comprensión, permitiendo una comunicación más abierta y constructiva. Así, dejamos espacio para la consciencia y la conexión auténtica, lo que fomenta la armonía y el amor.
Te invito a probar este ejercicio cada noche: reflexiona sobre tus momentos de incomodidad y pregúntate quién estaba actuando: ¿tú o tu ego? ¿Estabas a la defensiva o dispuesto a escuchar nuevas posibilidades? Y, lo más importante, ¿quién quieres ser frente a lo que vives?
Recuerda, cada día se nos presenta la oportunidad de decidir si dejarnos guiar por el ego o por el amor. Ambas voces estarán presentes, y la elección de cuál escuchar define el camino que tomamos en nuestra vida.
Con cariño
Érika Rosas