En el remoto municipio de Cosalá, Sinaloa, Mauro Aguirre Zazueta, un medioambientalista dedicado a la preservación de la flora y fauna local, ha observado una perturbadora presencia entre la naturaleza: bandejas, contenedores e incluso cilindros de gas utilizados en la fabricación de droga sintética. Estos artefactos, arrastrados por las lluvias desde narcolaboratorios en lo alto de la sierra, se encuentran a menudo dentro de cuerpos de agua y emiten olores discordantes con el entorno natural.
El impacto ecológico del narcotráfico es evidente. A pesar de la epidemia de adicción a los opioides en Estados Unidos, el daño ambiental causado por los residuos de la producción de drogas sintéticas en México permanece en gran parte desconocido. Quinto Elemento Lab descubrió que las autoridades mexicanas han mostrado una falta de intervención en los casos de contaminación ocasionados por laboratorios clandestinos. La información fue publicada por la agencia El País.
En los últimos años, el número de laboratorios descubiertos a nivel nacional ha aumentado significativamente, reflejando una creciente operación de producción de drogas sintéticas. Desde 2018, se han encontrado 948 laboratorios, con más de 2,000 hallazgos durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, triplicando las cifras de la administración anterior, según datos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
La Sedena ha asegurado cientos de miles de kilogramos de químicos y precursores en estos laboratorios clandestinos desde 2018, sustancias peligrosas que podrían causar desde envenenamiento hasta la muerte. Estos productos son altamente corrosivos, inflamables y tóxicos, representando un riesgo no solo para el medio ambiente, sino también para la salud pública.
Los efectos devastadores se extienden más allá de los químicos utilizados. En lugares como El Pozo, al norte de Culiacán, la explosión de un laboratorio clandestino en mayo de 2024 dejó a nueve militares gravemente heridos, obligando a evacuar escuelas cercanas y resaltando el peligro constante para quienes habitan y trabajan cerca de estos sitios.
Los residuos de los narcolaboratorios causan estragos en el medio ambiente. Los químicos utilizados para la producción de drogas sintéticas son altamente destructivos para la flora y fauna circundante, con efectos que pueden persistir durante décadas. Áreas contaminadas pueden tardar hasta 25 años en recuperarse, afectando gravemente la agricultura, ganadería y pesca locales.
A pesar de la gravedad del problema, las respuestas del gobierno han sido insuficientes. No se han implementado diagnósticos ni protocolos adecuados para abordar el daño ambiental causado por estos laboratorios. La falta de coordinación entre las agencias responsables, como Profepa y Semarnat, revela una brecha significativa en la protección del medio ambiente contra actividades ilícitas.
La mayoría de los laboratorios clandestinos se concentran en estados como Sinaloa, Durango, Michoacán y Jalisco, pero su proliferación ha llevado a detectar operaciones incluso en más de la mitad de los estados del país. Esta expansión territorial agrava la contaminación ambiental y dificulta los esfuerzos de mitigación por parte de las autoridades.
El gobierno federal, bajo la administración de López Obrador, ha sido criticado por minimizar o negar la producción de fentanilo en México, a pesar de las evidencias que sugieren lo contrario. Esta falta de reconocimiento obstaculiza aún más los esfuerzos para abordar tanto los aspectos criminales como los ambientales del narcotráfico.
Los riesgos para la población local son significativos. La exposición a los químicos utilizados en los narcolaboratorios representa un peligro directo para la salud de quienes viven en las cercanías. Casos de contaminación severa, como la presencia de ganado muerto cerca de fuentes de agua contaminada, subrayan la urgencia de acciones preventivas y correctivas efectivas por parte de las autoridades.
La comunidad internacional también está observando. Organizaciones como la Iniciativa Global Contra el Crimen Organizado Transnacional documentan y denuncian los impactos ambientales y sociales del narcotráfico en México, instando a medidas más estrictas y coordinadas para abordar este problema complejo.
En áreas remotas y frágiles como la Sierra Madre Occidental y los manglares costeros, los narcotraficantes han encontrado refugio para sus operaciones. Estos ecosistemas, esenciales para la producción de drogas sintéticas, enfrentan una amenaza constante debido a la presencia y expansión de los laboratorios clandestinos.
A pesar de los esfuerzos de las fuerzas armadas mexicanas por aumentar los operativos de decomiso, la capacidad de adaptación de los narcotraficantes ha llevado a la ubicación de laboratorios en lugares cada vez más remotos y difíciles de alcanzar. Esto plantea desafíos adicionales para la mitigación de riesgos y la restauración ambiental en las áreas afectadas.
La falta de una estrategia integral y efectiva para abordar el impacto ambiental del narcotráfico es evidente. La negligencia en la gestión de químicos confiscados y la falta de protocolos claros para la limpieza y restauración de áreas contaminadas subrayan la necesidad urgente de una respuesta coordinada y responsable por parte de las autoridades.
En resumen, la presencia de laboratorios clandestinos de drogas sintéticas en México no solo representa un grave problema de seguridad pública y salud, sino también una amenaza creciente para el medio ambiente. La complejidad de este desafío requiere acciones inmediatas y sostenidas para mitigar los impactos y proteger los recursos naturales del país.
Con información de Massinformación.