A ti ciudadano:
En el occidente mexicano, sobre todo en los estados de Jalisco y Colima, los arqueólogos han encontrado vestigios de perros en diferentes contextos en la llamada cultura de las tumbas de tiro, que se calcula, se desarrolló entre los años 200 a. C y el 600 d.C. Entre estas representaciones, probablemente la más común es el Tlalchichi.
Respecto a esta cultura, lo poco que se sabe proviene de los objetos de cerámica con los que enterraban a sus muertos en tumbas a una profundidad de entre dos y 20 metros, excavadas en el suelo (de ahí su nombre).
Estos objetos eran ofrendas de hombres o mujeres en alguna actividad, que daban testimonio de su profesión: cazadores, músicos o agricultores, por ejemplo; y eran acompañados usualmente por las figuras de los perros.
En náhuatl la palabra significa “perro de tierra” o “perro de piso”, pues era una raza prehispánica con poco pelo, patas curveadas, cortas y gran barriga. De igual forma, eran animales de compañía en la vida como en la muerte, pues los pueblos originarios que los criaban creían que estos canes podían guiar a sus dueños en el camino al más allá. En consecuencia, si el dueño fallecía, su perro era sacrificado.
Asimismo, se han encontrado figuras de estos perros con cabeza humana, por lo que se cree que también eran sacrificados en lugar de una persona, con la idea de “engañar a la muerte”.
Igualmente, podían encarnar mitos, como el del ancestro femenino de la humanidad. Cabe señalar que la mayoría de las vasijas de tlalchichi sirvieron como contenedores pues cuentan con una vertedera en la cola, la cabeza o el lomo.
Los historiadores cuentan que en el siglo XVII se prohibió la presencia de perros en las calles de la Nueva España, por lo que se puso en marcha una campaña de envenenamiento que terminó con la raza tlalchichi.
Sin embargo, sabemos de su existencia gracias a las figuras prehispánicas recuperadas en zonas arqueológicas; e incluso en Colima, hay una escultura monumental en bronce que se llama Perros bailarines de Colima con dos de estos animales.
Finalmente, se calcula que en nuestro país existen unas 250 figuras repartidas en museos de 22 estados; y en Estados Unidos y Europa, más de cien piezas, también en museos o en colecciones privadas.
Y así es como el también conocido como colimote o perrito de Colima, el tlalchichi acompañaba a sus dueños no solo en vida, sino también en la muerte.
Por Víctor Hugo Estala Banda