En los últimos años, hemos sido testigos de una creciente polarización política a nivel mundial. Las personas están cada vez más inclinadas hacia los extremos del espectro político: la extrema derecha y la extrema izquierda. Esta tendencia ha generado divisiones profundas en la sociedad, afectando desde familias hasta comunidades enteras.
La extrema derecha ha ganado terreno en varios países, promoviendo ideologías basadas en el racismo, el clasismo y diversas formas de discriminación. Estos antivalores son profundamente dañinos, ya que fomentan la exclusión y la intolerancia. En muchos casos, los discursos de la extrema derecha están llenos de odio y miedo, lo que contribuye a una atmósfera de confrontación y desconfianza.
Por otro lado, la extrema izquierda, que podría actuar como un contrapeso, rara vez se presenta como una opción viable en el espectro político electoral. Esto crea un vacío que exacerba la polarización, ya que las opciones moderadas son percibidas como insuficientes o ineficaces. La falta de representación de la extrema izquierda en el ámbito electoral deja a muchos ciudadanos sin una voz clara que defienda sus intereses y aspiraciones.
La polarización política tiene consecuencias graves para la cohesión social. Enfrentamientos ideológicos surgen en diversos ámbitos, desde familias y grupos de amigos hasta compañeros de trabajo y vecinos. La sociedad se fragmenta en facciones que difícilmente encuentran puntos de acuerdo, lo que dificulta la implementación de soluciones efectivas a los problemas más urgentes.
Tanto los conservadores como los progresistas han fallado en sus objetivos. Los conservadores no han logrado conservar aspectos valiosos como los territorios, los ecosistemas y los tejidos sociales. Por su parte, los progresistas tampoco han logrado progresar en áreas significativas, manteniéndose atados a viejas ideologías europeas, liberales y modernistas que, hace cien años, facilitaron el ascenso del nazi-fascismo. Hoy en día, la historia parece repetirse con el resurgimiento de movimientos ultra-nacionalistas.
Francia ofrece un ejemplo interesante en este contexto. La izquierda reformista, compuesta por diversos partidos comunistas agrupados en el nuevo frente popular, logró detener el ascenso del ultra-nacionalismo de Marine Le Pen. Esta victoria no solo fue política sino también simbólica, demostrando que es posible resistir a las ideologías extremistas. Incluso figuras públicas como la leyenda del fútbol Kylian Mbappé se pronunciaron a favor de Palestina y en contra de la ultra-derecha, ganándose críticas del empresariado francés pero aplausos de amplios sectores de la sociedad civil mundial.
En México, se habla de la posible formación de un partido de ultra-derecha. Sin embargo, estos discursos se dan en un contexto donde el partido Morena ha obtenido victorias aplastantes. Durante más de seis años, sectores conservadores despotricaron contra el comunismo, la diversidad sexual y las becas para los jóvenes, entre otros temas. La aplastante mayoría de la población de México ha rechazado estas ideas retrógradas, demostrando un rechazo claro a los sectores más conservadores de la sociedad.
La polarización política es un fenómeno que divide y debilita a la sociedad. La inclinación hacia los extremos sin construir una política basada en soluciones de necesidades y problemas, crea un ambiente de confrontación y dificulta la resolución de problemas urgentes. Es crucial encontrar un equilibrio que permita el diálogo y la cooperación entre diferentes visiones políticas, con el objetivo de construir una sociedad más justa y equitativa para todos.