Está por terminar la madre de todas las batallas electorales y, como demócrata, corresponde no solo aceptar la tendencia, sino, sobre todo, reflexionar y buscar la unidad para todo lo que viene.
A pesar de la evidente intromisión del ejecutivo en la elección, han pasado ya cerca de seis años y, como oposición, no hemos logrado consolidar un proyecto que la ciudadanía adopte como propio, lo defienda como suyo y, desde luego, genere un movimiento que destierre el autoritarismo de nuestro país. Los mensajes son claros: no hemos entendido ni logrado transmitir a México el mensaje correcto.
Quizá no ganó el amor a la 4T, ni a Andrés Manuel, un presidente que ha llevado a México a una de sus épocas más sangrientas en la historia. Este es el mismo presidente que, en lugar de recibir a madres buscadoras de personas desaparecidas, saluda a la mamá de delincuentes y recibe a beisbolistas. Las prioridades han sido claras y lamentables y definitivamente, no ganó por amor al pueblo.
Se ganó por una evidente intromisión en el proceso electoral. Fue una narcoelección: se pactó sínicamente con el crimen organizado. La manipulación fue evidente, y el uso de programas sociales con fines totalmente electorales aseguró el control sobre los sectores más vulnerables de la población. Estas tácticas no solo distorsionaron el proceso democrático, sino que también erosionaron la confianza en las instituciones y en la equidad del proceso electoral.
Sin embargo, también es crucial reconocer que desde la oposición no se ha logrado consolidar un proyecto de identidad para México. La falta de un mensaje claro y resonante ha sido una debilidad que debemos asumir. La Marea Rosa es un ejemplo de que podemos unirnos, pero aún falta desarrollar un proyecto sobre todas las cosas coherente y convincente que realmente conecte con las aspiraciones y necesidades de las y los mexicanos.
Es momento de reflexionar profundamente sobre estos aspectos y trabajar en la unidad. Solo a través de un esfuerzo conjunto, con un proyecto claro y un mensaje poderoso, podremos enfrentar los retos que nos impone -y seguramente impondrá- el autoritarismo y construir un futuro mejor para México. Debemos asumir nuestros errores, aprender de ellos y unirnos en torno a un objetivo común: que le vaya bien a México.
Ahora, con la magnitud del reto nuevamente de frente, pero con la experiencia de este sexenio como un balance de lo que funciona y de lo que no, levantemos la cara porque la tarea no es poca. Vienen tiempos complicados para México. Nos enfrentaremos a un Congreso a modo que seguro atentará contra los derechos de las y los mexicanos, y seremos testigos de ataques directos contra la Corte. Estoy seguro de que veremos una agenda autoritaria durante seis años más, y debemos estar listas y listos para defender nuestros principios democráticos.
Este es el momento de aprovechar las lecciones aprendidas. Sabemos lo que ha funcionado y lo que no, y debemos utilizar este conocimiento para fortalecer nuestra estrategia y nuestras acciones. La oposición debe consolidarse, no solo como una voz crítica, sino una verdadera alternativa viable.
No debemos subestimar la magnitud de lo que está en juego. La defensa de la seguridad, los derechos humanos, la justicia, y la democracia misma dependerá de nuestra capacidad para resistir y para construir una opción fuerte y unida. Necesitamos un proyecto que no solo desafíe el autoritarismo, sino que también inspire y movilice a las y los mexicanos en torno a una visión compartida de nación.
Levantemos la cara y enfrentemos los desafíos con valentía y determinación. La tarea es grande, pero podemos proteger y revitalizar nuestra democracia. Cada esfuerzo cuenta.
Lic. Mario Sías Aguilera