A ti ciudadano:
Tras la Revolución Mexicana y el surgimiento del nuevo Estado, en el país hubo cambios importantes en la sociedad y en la cultura. Uno de los más significativos fue la reivindicación de tradiciones autóctonas y el folklore. A partir de ellas, se edificó una nueva identidad nacional que sería manifiesta en diferentes expresiones culturales y artísticas. Es en esta época que la figura de la china poblana adquirió fuerza, volviéndose no solo un estereotipo romántico de la mujer mexicana, sino también, un símbolo de lo nacional y hasta una alegoría más de «La Patria».
Sin embargo, a pesar de la relevancia que la china poblana adquirió en la cultura popular y lo representativa que es (por ejemplo del estado de Puebla, sitio de su supuesto origen), realmente nadie está muy seguro en donde nació. Por ello, conviene repasar un poco sobre su historia.
A finales del siglo XIX, gracias a algunos escritores e historiadores de la época, se popularizó la leyenda de que Catalina de San Juan había sido la responsable de originar la vestimenta de la china poblana, en la época virreinal.
De acuerdo a esta historia, dicha mujer se llamaba originalmente Mirra. Fue hija de un rey mogol de la India. Durante una guerra con un país vecino, la niña fue apresada y hecha esclava. En Filipinas la compró un mercader, quien luego la vendió a otro comerciante. Éste la trajo a la Nueva España (actualmente México) en la Nao de Manila, en el siglo XVII.
Ya en suelo novohispano, sería entregada a don Miguel de Sosa, comerciante originario de Puebla. Posteriormente sería bautizada por la iglesia católica, y adoptaría el nombre cristiano de Catalina de San Juan. Según se cuenta, ella no dejó de usar el sari, así como otros accesorios y joyería provenientes del subcontinente indio, lo que daría origen a la vestimenta de la china poblana.
Si bien, hay evidencia suficiente para comprobar la existencia de una mujer llamada Catalina de San Juan en la Puebla del siglo XVII, parece ser que ella no fue la que originó la indumentaria de la china poblana.
La creencia popular de que la vestimenta de la china poblana había nacido en Angelópolis, fue una idea del historiador poblano Antonio Carreón. En su libro Historia de la ciudad de Puebla (1896), él adjudicó erróneamente a Catalina de San Juan el origen de la ropa tradicional, así como el mote. Supuestamente este historiador, a Catalina se le conocía como «la China Poblana».
El escritor Ramón Mena añadió a lo anterior el mito de que las criollas de aquella ciudad, por honrar la memoria de Catalina de San Juan, adoptaron su forma de vestir. De acuerdo a esta versión, dicha mujer era recordada como una santa, ya que terminó sus días en un convento. Las damas poblanas adoptaron su manera de vestir para homenajearla.
Sin embargo, como señala Faustino Amado Sánchez Aquino (investigador del Museo Nacional de las Intervenciones y el INAH), en México desde finales del siglo XVIII hasta la década de 1850, se llamaba china poblana a la mujer de extracción humilde de los entornos urbanos. Ellas acostumbraban vestir una falda de tela de lana, adornada con lentejuelas. Así mismo, usaban una blusa blanca de amplio escote.
Respecto al nombre, se les llamaba chinas porque a raíz de la conquista, los españoles adoptaron de la lengua quechua la palabra china (que significa hembra o mujer), para referirse a las mujeres indígenas y a las de origen humilde. En Sudamérica también se llama china a la pareja de los vaqueros, como los gauchos argentinos, los huasos chilenos o los llaneros venezolanos. En México la china era pareja del chinaco (quien a su vez originaria al charro). El poblana parece ser que refiere a que estas mujeres procedían de los estratos populares de las ciudades. Es decir, pertenecían al pueblo llano.
Desde mediados del siglo XIX, diversas crónicas y escritos nombran constantemente a la china poblana. Guillermo Prieto inclusive describió la avidez de sus compañeros de viaje, quienes querían ver en cada mujer de la ciudad de Puebla a una china. Y es que ya para dicha época, la china poblana era un estereotipo de lo femenino muy generalizado. El «valor» de estas mujeres oscilaba entre lo positivo y negativo, posicionándolas en una suerte de ambigüedad moral para la sociedad mexicana de aquellos años.
Con un vestuario que era considerado provocativo, así como una actitud relajada y festiva, siempre se les describió bellas, de cuerpo regular. Estaban siempre felices en las fiestas y en los fandangos de las pulquerías. Muchos cronistas nacionales y extranjeros hicieron énfasis en todas esas características, reforzando aún más el estereotipo de las chinas poblanas.
Como se ha comentado, no sería pasada la Revolución Mexicana que la china poblana se volvería símbolo de lo nacional. La pintura, el cine y otras expresiones harían de ella una figura patriótica. En 1919, la bailarina rusa Ana Pavlova ejecutó el Jarabe Tapatío arropada con la indumentaria de la china poblana, constituyendo uno de los primeros momentos en que se le dio un carácter nacionalista a esta figura. También, gracias a la Época de Oro del cine mexicano, las chinas se convertirían en mujeres abnegadas y buenas. Serían las típicas trabajadoras domésticas de los ranchos y otros entornos rurales en la cinematografía nacional.
La vestimenta de la china poblana constituye básicamente, el traje femenino de los estratos populares no solo de México, sino de América Latina y otras latitudes del mundo, al compartir todos ellos elementos muy parecidos. Sin embargo, como símbolo de lo nacional, el ropaje de la china adquiere ciertas características que hoy en día, siguen siendo visibles en las fiestas patrias, bailables escolares o en las verbenas populares.
El atuendo se compone de una blusa blanca de manga corta y escotada, confeccionada en algodón y bordada con diversos motivos. La falda es larga y de tela gruesa (en color rojo usualmente), con bordados al frente que reproducen símbolos de México (por ejemplo, el Escudo Nacional o el Calendario Azteca). Todo el conjunto se acompaña de un rebozo en los hombros o al cuello. Se lleva el cabello peinado en chongo trenzado con moños, collares de cuentas y grandes arracadas doradas.
Y así es como la china poblana ha formado parte del imaginario nacional desde hace décadas, pero su origen se pierde entre la leyenda y la historia.
Por Víctor Hugo Estala Banda