Según Fedérico Engels, en su libreto "el papel del trabajo en la transformación del mono al hombre", la necesidad de transmitir y expresar conceptos cada vez más profundos y abstractos, producto del desarrollo de las actividades de superviviencia realizadas cada vez más bajo la forma de "labor productiva" gracias a la transformación de la materia prima en herramientas y del uso de estas para la caza y la recolección, fue la causa de la evolución del lenguaje. En su momento estos postulados, junto con los de Charles Darwin, admirado por el filósofo citado, fueron una bomba en la cosmovisión arcaica de la época en que Europa experimentó su primera revolución industrial.
Hoy estas palabras parecen mucho más inofensivas y hasta cierto punto "obvias", pues las ideas se transforman en cada época y la única constante es el cambio. Por eso, si en algún momento se concibió como una realidad "negativa" la existencia de una gran diversidad en los idiomas de la humanidad, con historias como la "torre de babel" la cual fue construida como un desafío contra Dios, y cuyo resultado fue la fragmentación de la humanidad dividida por nuevos lenguajes que impidieron la comunicación, hoy podemos entender que el hecho de que existan diferencias en nuestras formas de hablar y entender el mundo no es una desventaja, sino una riqueza y una fortaleza.
Las diferencias son el factor clave para que un ecosistema sea saludable, ya que si todas las especies son idénticas una sola amenaza pueda acabar con ellas, mientras que en la diversidad la adaptación y la supervivencia son las principales cualidades. Lo mismo ocurre en la sociedad humana, es necesario que existan todo tipo de expresiones distintas las unas de las otras para que la democracia pueda surgir y florecer, de lo contrario, en la uniformidad únicamente crece el gris, lo muerto.
Para ponernos de acuerdo existe la comunicación, el arte de escuchar y de hablar de forma asertiva, ya que cuando queremos decir cualquier idea existe toda una serie de "barreras" o condicionantes que pueden modificar el entendimiento de nuestro mensaje. Es decir, entre lo que quiero decir y lo que es entendido hay una gran diferencia. Por eso es necesario poner especial atención en nuestra forma de transmitir palabras e ideas, ya que no basta con creer que somos claros, sino buscar la palabra y la escucha adecuada y asegurarnos de que entre los interlocutores, la forma del mensaje, el mensaje en sí, el contexto y el medio, exista una armonía.
No siempre se puede entender, pero es necesario siempre anteponer primero el respeto, pues quien no entiende algo puede caer en el error de juzgar, y quien juzga siempre condena. Es así que en la era de la tecnología de las telecomunicaciones lo más común sean las "fake news", las mentiras, los "click baits" y todo tipo de engaños con el fin de convertir las expresiones humanas en mercancías y monetizar hasta la última forma de interacción entre personas. Este es el gran negocio de empresas como facebook, instagram, youtuve y tiktok, y no digo que "esté mal" como tal, sino que nos está llevando a un aislamiento de la realidad social y ambiental.
Por ejemplo, el planeta entero nos está comunicando algo, aunque no es con palabras. Los calores, los vientos, la "sequía" (es decir el saqueo extractivista de las industrias de exportación, como la agroindustria y la minería), pero no podemos escucharlo o no queremos. Hay guerras, hambre, enfermedades, y la humanidad parece ciega y sorda ante ello. Mientras en Palestina miles de niños y niñas mueren sepultados vivos bajo las bombas y el escombro, la "met gala" hace alarde de un mal gusto distópico en el que la moda de los millonarios busca opacar los gritos de ayuda.
En Chihuahua la falta de lluvias nos comunica la necesidad de detener el desmonte y el cambio de uso de suelo delas áreas naturales. La perdida de la belleza en el paisaje nos comunica la perdida de zonas de captación de agua en cerros y ríos. Las organizaciones socio-ambientales nos comunican la urgencia de tomar medidas contundentes para frenar la erosión del territorio y los derechos humanos, y mientras todo esto ocurre, las personas encargadas de representar a la sociedad, es decir la clase política, parecen tener la misma capacidad de escucha y comunicación que una pared, es decir, ninguna.
Por eso hay que desempolvar la vieja herramienta de la comunicación oral, volver a la comunión con los ciclos de vida y las comunidades que nos cuidan y nos sustentan, transmitir nuestras preocupaciones, deseos y aspiraciones para compartir lo que queremos y lo que no queremos y de esa forma hacernos como un tejido o como un organismo, organizarnos, para asegurar respeto por nuestra expresión, por nuestros derechos y por nuestros territorios: De esta forma podremos vivir dignamente.