A ti ciudadano
Finalizaba la guerra de Independencia y ante el vacío de una autoridad fuerte, capaz de poner orden en el territorio nacional, proliferaron los bandidos en el país, como los Plateados.
La política de seguridad de los tiempos que corrían era básicamente un “Sálvese quien pueda” y la clase acomodada, formada por hacendados y comerciantes, protegía su patrimonio como podía.
Hay incontables crónicas de terror de lo que significaba recorrer en diligencia la ruta México-Veracruz: los viajeros llegaban “casi desnudos” después de haber sido asaltados en el trayecto. ¡Les robaban hasta la ropa interior!
Los bandoleros florecieron también porque estaban ligados a los territorios que saqueaban. Familias enteras se dedicaban a esta actividad y dominaban la geografía regional donde cometían sus crímenes, evadiendo con éxito a las casi inexistentes autoridades.
Curiosamente, los bandidos eran admirados por su valor, caballerosidad y rebeldía ante las rígidas condiciones sociales del país. Eran los héroes de la lucha de los “oprimidos” contra las élites económicas.
Es hasta el triunfo de los liberales encabezados por Benito Juárez, en la República Restaurada, 1867, que se les ofrece amnistía a todos estos bandidos. Algunos se incorporan a las fuerzas del orden, pero muchos, ante la pobre ganancia que el gobierno ofrecía, prefirieron seguir con sus actividades ilícitas.
Uno de los ejemplos más notables fue el de los llamados Plateados de Morelos, célebres por sus elegantes vestuarios de charros, que acompañaban con encajes y espuelas de plata, y sillas de montar cargadas de ornamentación plateada.
En un principio, los Plateados se unieron a la causa juarista, pero al finalizar la guerra, se negaron a entregar sus armas y siguieron operando en Morelos sin ningún recato; violentando tanto a ricos como a pobres.
Los Plateados atacaban en grupos numerosos, de hasta 500 hombres; saqueaban haciendas, poblados, y su actividad favorita era el asalto a diligencias, transporte exclusivo de la clase acomodada.
Durante todo el siglo XIX, los Plateados trascendieron en el imaginario social de la época, pues eran admirados por su audacia, su masculinidad, sus habilidades como jinetes y sus tórridos romances.
Hasta el día de hoy, sobrevive el estereotipo en parte creado por los Plateados, el del bandido mexicano; ese antihéroe, osado y salvaje, que con su elegante traje de charro, galopa, con pistola en mano, hacia el monte.
Dicen los historiadores que el ocaso de estos bandidos inició en 1869, con la fundación del estado de Morelos, pero no es hasta el Porfiriato que desaparecen del panorama nacional.
Y así como cuando iniciaba el México Independiente y a la par, se consolidaba el poder de grandes bandidos, como los Plateados en Morelos, elegantes saqueadores.
Por Víctor Hugo Estala