“Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero yo creo que estamos hechos de historias”. Eduardo Galeano
Contar historias es una parte fundamental del desarrollo de la humanidad. Desde que los sonidos prehistóricos fueron articulados en un lenguaje humano la gente no ha dejado de compartir todo tipo de relatos. En los pueblos y naciones originarias con tradición oral las historias de la creación sirvieron y sirven como una guía espiritual para la vida de los individuos, y actualmente en la sociedad moderna no hay una sola persona que pueda vivir su día a día sin entrar en contacto con alguna forma de narrativa.
Incluso el nombre que le damos al registro de la actividad y los eventos importantes para la humanidad reciben en inglés un nombre bastante similar: Story, History. En español Historia se puede referir al campo del conocimiento académico, pero también al simple hecho de narrar o contar un cuento. No solo se trata de dar cuenta de la existencia de algo, sino también de interpretar y darle un sentido a las cosas que ocurren. Por medio de estas herramientas epistemológicas transformamos los simples datos en información.
Por eso dicen "la historia la escriben los vencedores" y también encontramos la contraparte en las narraciones indígenas de la guerra de colonización en el valle de Anahuac con "la visión de los vencidos". Se dice que es necesario conocer la historia para no repetirla, lo cual también se puede extrapolar a la vida diaria: no tropezarse dos veces con la misma piedra. La narración atraviesa transversalmente todos los ámbitos de la vida humana.
Ahora les propongo imaginar un poco: Cuando vemos el desarrollo de un personaje solemos sentir tristeza al ver los problemas que tiene que atravesar. Por ejemplo, la golpiza que le propina el duende verde (Willem Dafoe) al hombre araña (Tom Holland) en su última película fue considerada como un gran "desarrollo de personaje", que incluyó la muerte de su tía May. Pero qué pasaría si ya sabemos el final de una historia, podríamos acaso considerar las dificultades como una parte necesaria ya que al final todo se soluciona, seríamos capaces de cambiar la interpretación de esa narrativa, o tal vez no.
En la actualidad la narrativa dominante del poder político y económico nos impone una interpretación bastante sombría de la realidad, donde el amor al prójimo ya desapareció y no hay respeto para los seres vivos ni para los ciclos de la naturaleza que nos mantienen a salvo. Desde esta interpretación ideológica, es válido para los poderes sociales llevar a cabo grandes impactos humanos y ambientales con tal de acumular riqueza sin importar las consecuencias, por lo que la vida de personas, familias, pueblos enteros, áreas naturales, plantas, animales o recuerdos, pasa a segundo plano, como si no tuviera ningún valor.
En este contexto, la interiorización de estas ideas puede conducir a una crisis de la salud mental pública, como es el caso de la ciudad de Chihuahua que actualmente atraviesa una ola de intentos de suicidio, lo cual nos debería alertar: Las personas que fueron orilladas a arrebatar su propia vida son el prójimo a quién estamos llamados a amar como a nosotros mismos, son o fueron hijos, hermanos, padres, amigos de alguien, y debemos encontrar la manera de hacérselos saber: que nos importan, que son valiosos.
Por eso, propongo esta imaginación radical: Que ya estamos seguros de como acaba el cuento y cambiamos la narrativa, el desarrollo del personaje no es motivo de tristeza ni sufrimiento, sino que son dificultades que deben de ser atravesadas para cumplir con un crecimiento espiritual, que todos los desafíos y obstáculos presentes serán superados y los sacrificios habrán valido la pena.
Como estamos seguros de esto, nos damos cuenta que pese a las condiciones que existen en el presente, cada ser vivo, cada ser humano, es valioso y cuenta con una dignidad intrínseca. El sistema de cosas, económico y político, que permite despreciar la vida desaparecerá, y las familias podremos volver a valorar lo importante, el cuidado a quienes más lo necesitan, la cordialidad, la ternura, la dignidad, todas esas cosas que en la narrativa dominante aparecen como irrelevantes, pero que en el fondo sabemos que son fundamentales.
Si cambiamos la narrativa, tal vez saquemos la fuerza y la pasión necesaria para atravesar este oscuro valle de muerte en el que se ha transformado el mundo, y como dijo el poeta León Felipe al respecto de los ojos y la conciencia de don Quijote que «ven y organizan el mundo no como es, sino como debiera ser. Cuando don Quijote toma al ventero ladrón por un caballero cortés y hospitalario, a las prostitutas descaradas por doncellas hermosísimas, la venta por un albergue decoroso, el pan negro por pan candeal y el silbo del capador por una música acogedora, dice que en el mundo no debe haber ni hombres ladrones ni amor mercenario ni comida escasa ni albergue oscuro ni música horrible».
En nuestra sociedad moderna, la narrativa sigue siendo una parte esencial de nuestra vida diaria. Desde las noticias que consumimos hasta las películas que vemos, estamos constantemente expuestos a historias que influyen en nuestra forma de ver el mundo y en nuestras acciones. Pero podemos cambiar esa narrativa. Podemos elegir contar historias de esperanza, de resiliencia, de amor y solidaridad. Podemos imaginar un mundo donde cada ser humano es valorado y respetado, donde el cuidado de los demás y del medio ambiente es una prioridad.
Al cambiar la narrativa, no solo cambiamos la forma en que vemos el mundo, sino también la forma en que actuamos en él. Podemos encontrar la fuerza y la pasión para enfrentar los desafíos actuales y construir un futuro más justo y sostenible para todos. Entonces, la próxima vez que te encuentres atrapado en una historia negativa, recuerda que tú tienes el poder de cambiarla. Tú tienes el poder de contar una historia diferente, una historia de esperanza y de cambio. Y juntos, podemos crear un mundo mejor para todos.