Se nos vendió la falsa idea de que los fraccionamientos que requieren el desmonte de los cerros que rodean y protegen la capital del Estado norteño de Chihuahua era para satisfacer la necesidad de vivienda de la población, sin embargo, poco tiempo pasó antes de que esta mentira cayera por su propio peso.
En primer lugar, es necesario mencionar que el crecimiento de la mancha urbana, que actúa como un cáncer, destruyendo las áreas naturales a su paso, no corresponde al crecimiento demográfico, ya que la población crece a un ritmo aproximado de 100,000 habitantes cada 10 años, lo cual es más o menos el 1% de acumulación poblacional al año, mientras que la superficie absorbida por la mancha de contaminación se ha multiplicado varias veces en las últimas décadas.
Con esto vemos una ciudad mal planeada, sin transporte público, con amplias zonas abandonadas mientras que el presupuesto es destinado a las colonias de "plusvalor" donde las actividades de alto impacto económico y capitalista se concentran, sobre todo al poniente y al norte de la capital. Esto es negativo para el desarrollo de una buena calidad de vida en todos los sentidos además de proponer una ciudad "muralla" donde los espacios públicos desaparecen a un ritmo acelerado y con ellos el tejido socio-ambiental.
Las casas vacías abundan mientras que la mayoría absoluta de las familias de la clase trabajadora batallan mes con mes para pagar la renta de viviendas que muchas veces se encuentran ubicadas en la periferia y en la marginación. Esta situación contrasta con la presencia de decenas de miles de casas-habitación abandonadas en toda la sociedad, barrios ubicados cerca de los servicios urbanos, como el centro histórico por ejemplo, donde la demolición deja paso a los estacionamientos, como si los carros fueran los únicos habitantes bienvenidos en muchas partes de la ciudad.
La destrucción de los cerros para construir casas no toma en cuenta las necesidades de los jóvenes ni de las familias, se realiza únicamente para aportar ganancias a una minoría privilegiada que lucra con el derecho a la vivienda y con la degradación del paisaje, el medio ambiente y el territorio que es hogar de especies protegidas de flora y de fauna, además de zonas de captación de agua.
No caigamos en trampas: debemos de garantizar el derecho a la vivienda al mismo tiempo que se garantiza el derecho al agua y al medio ambiente, de no hacerlo así, no tiene ningún sentido promover el crecimiento urbano, ya que construir más casas sin garantizar que mañana habrá agua es solamente una estafa por parte de quienes lucran construyendo casas.
Es necesario que los cerros sean declarados como áreas naturales protegidas, así como los ríos y otras áreas naturales de gran valor ambiental y cultural, ya que hasta la fecha los cambios de uso de suelo, la contaminación y los megaproyectos urbanos e industriales amenazan con terminar el frágil equilibrio ecológico que sostiene a la ciudad de Chihuahua.