Uno de mis autores preferidos, Arturo Pérez Reverte, dice que él antes creía que los peores seres humanos eran los malvados, pero que ya no, pues, ahora, don Arturo piensa sin lugar a dudas que los peores son los estúpidos (https://www.facebook.com/reel/2391286874388299). Su lúcido planteamiento, irrefutable por lo demás, lo remata diciendo que, si uno tiene un malvado activo y mil estúpidos, a la postre tendrá mil y un malvados. Es verdad.
En un artículo reciente ya hablé del escritor italiano Carlo Cipolla y su libro: “Allegro ma non troppo”,[1] en el cual propuso lo que él llamó las cinco leyes básicas de la estupidez humana.[2] No quiero repetirme, sólo recuerdo dos de ellas: Siempre, e inevitablemente, todo el mundo subestima el número de estúpidos en circulación y “una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o a un grupo de personas mientras que ella misma no gana nada o incluso sufre pérdidas”.
En ese punto de la historia del mundo estamos. Ése donde Facebook, WhatsApp, X, Tic Toc, etc., nos hacen creer que estamos más y mejor enterados que nunca, pero no es cierto. De hecho, bien mirado, estamos más y mejor comunicados, pero, ¿enterados? ¿Informados? ¿Instruidos? ¿Educados? ¡¿Sabios?! ¡Ni por asomo!
Particularmente las nuevas generaciones, ensimismados en sus tablets y smartphones, están más que extraviados. No leen, no estudian, no investigan, no descubren, no se preguntan; sólo están ahí, atónitos, absortos, poco más que una columna, un pilar, un muro, nada más que carne, sangre y huesos, puro nervio sin cerebro. ¡Oh! Creen que piensan, claro; pero no es así. Cualquier estúpido típico cree que es capaz de razonar e, incluso, entre más estúpido es, más perspicaz, más avispado, más profundo, se autopercibe.
Cada día, todos los días, un solo hombre —posiblemente uno de los gobernantes más poderosos que haya tenido México en su historia reciente, uno de los hombres más irresponsables, incompetentes, corruptos y perversos que haya visto la luz del sol—, envenena al pueblo de México. Con un discurso faccioso, palabras mentirosas, oídos sordos y mirada ciega, gobierna al país con un solo propósito: conservar el poder, mantenerlo a cualquier precio: fortalecer al ejército, empoderar al narco, dividir a la sociedad, destruir las instituciones, eliminar la democracia, arrasar a la oposición, aislar y exiliar a las clases pensantes (intelectuales, científicos, estudiosos, etc.), para regir, él y su partido (MORENA), un país en ruinas, como Cuba, como Corea del Norte, como Nicaragua, como Venezuela.
El narcopresidente, Andrés Manuel López Obrador, y su narcocandidata, Claudia Sheinbaum, están dispuestos a cualquier cosa con tal de que primero él, y después ella, y después él, y luego quien continúe en la línea de sucesión, mantengan el control absoluto sobre el pueblo de México. Y va a pasar. Va a pasar a menos que los detengamos.
Estas líneas nos las escribo, pues, para esos cientos de miles de estúpidos que han decidido creerle al anciano loco y decrépito; a esos que han hecho de su llamado a la destrucción general su propia causa; en lo absoluto. Le escribo a quienes leen y entienden, a los que se informan y todavía son capaces de razonar; de comprender las mentiras que cuenta a diario el presidente, de detectar las contradicciones de su discurso, de percibir la falacia de sus dichos, de percatarse de la absoluta corrupción del régimen, de darse cuenta cabal de que son las palabras de un desquiciado, mitómano, egocéntrico, enfermo de poder.
Sí, ustedes —hombres y mujeres de bien—, ustedes van a ser los responsables de que México pierda en las próximas elecciones; los causantes de que sus conciudadanos abandonen sus sueños y esperanzas e incluso el territorio nacional; los culpables de la ruina del país; todo ello, si no empiezan, ya, a tomar cartas en el asunto.
Si no se convierten en líderes, en cruzados, en apóstoles, en místicos de la democracia, del voto y de la libertad, si no convencen a familiares (hijos, hermanos, padres, etc.), a sus colegas y vecinos, a sus amistades todas; a sus alumnos, empleados, subalternos, compañeros, etc., de que salgan a votar el próximo 2 de junio por los candidatos contrarios a MORENA (con Xóchitl Gálvez a la cabeza) —olvídese de Movimiento Ciudadano (traidores, esquiroles, cobardes y vendidos)—, ustedes van a ser los autores de la tragedia.
Señoras y señores, inmediatamente, ipso facto, tienen que dejar de hacer lo que están haciendo para ponerse a hacer esto otro: convencer a todo su entorno de que salga a votar, estimular el sufragio (promueva asuetos, recompense a los electores, baje precios, haga ofertas, etc.), sea representante de partido, observador electoral, funcionario de casilla, etc. Comprométase, intégrese, participe; sobre todo, entienda que usted —y sólo usted— es y puede hacer la diferencia. Hágala.
No es que se lo vayan a agradecer sus hijos y nietos, no, es usted mismo quien lo va a lamentar o lo va a festejar. Usted, quien va a poder seguir disfrutar de esos pequeños lujos del capitalismo: un corte de pelo periódico y a su gusto, papel higiénico, agua potable y energía eléctrica las 24 horas, televisión abierta, Internet libre y ese placer —modesto— de ver a su perro como una querida mascota y no como su próxima cena.
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Luis Villegas Montes.