Ciudad de México. El taekwondo tardó en llegar a los Juegos Paralímpicos. A pesar de la demora –la especialidad inició en Tokio 2020–, la carrera del mexicano Juan Diego García parece impulsada por una ansia de triunfo incontenible. A los 18 años, el de Culiacán, Sinaloa, inauguró la llegada de este deporte a la máxima competencia deportiva con una medalla de oro para México, pero llegó precedido con un una estela de triunfos desde que se abrió esta modalidad.
Antes de Tokio 2020 ya era pionero en parataekwondo. A los 16 años fue el primer mexicano monarca mundial en Antalya, Turquía, 2019. Aquel año se convirtió en presencia frecuente en los podios internacionales. Plata en Campeonato Europeo en Bari, Italia; oro en Parapanamericanos de Lima, Perú. En 2020 obtuvo el Premio Nacional del Deporte en la categoría de deporte adaptado.
Y en el debut paralímpico se coronó en la categoría K44 en 75 kilos, división para personas con amputación o inmovilidad en brazos.
Aunque entrenaba con taekwondoines sin discapacidades, no podía competir de manera oficial por reglamento. Así que tuvo que esperar la llegada de la modalidad adaptada para poder cumplir su mayor deseo: ser campeón paralímpico.
“Podría uno pensar que tardó en llegar el taekwondo a Paralímpicos; de hecho así fue”, comenta Juan Diego a La Jornada, “pero ya está aquí y tuve la oportunidad de hacer historia como primer mexica-no campeón de la especialidad. Era mi sueño y lo cumplí. Lo importante, y eso lo sabía, era que no podía desesperarme y desistir, sólo había que esperar, ser paciente”.
Uno de los acentos en los pasados Juegos Paralímpicos de Tokio es borrar el eufemismo de “especial” para referirse a las personas con discapacidades. Quienes viven en esta condición consideran que detrás de esa expresión se agazapa una mirada condescendiente y discriminatoria. Antes de competir en la modalidad adaptada de su deporte, tenía que trabajar con rivales sin concesiones.
“Para mí la exigencia fue la misma”, recuerda Juan Diego; “nunca me he fijado en la particularidad física de mi adversario. Lo único que tengo presente es una exigencia hacia mi persona. Así que desde ese punto de vista, para mí combatir siempre exige el mismo rigor ante un rival con discapacidad o sin ella”.
Cuando por primera vez se abrió una convocatoria para integrar una selección de parataekwondo supo que había llegado el momento. Juan Diego despertó a una etapa que había visualizado desde su temprana adolescencia. Lo que seguía era trabajo duro y competir, buscar a los mejores para saber en dónde se encontraba.
“Hasta que llegué a selección nacional y empecé a competir, me di cuenta que podía estar frente a los mejores y ahí empezó esta ambición, de querer ganar más en lo personal y para mi país”, explica.
Juan Diego sabía que ciertas disciplinas olímpicas tenían un historial de éxito, entre ellas el taekwondo, por lo que un debut en Paralímpicos generaría expectativas de ese nivel. La espera fue tan larga, que eso no lo incomodaría.
Sin embargo, la irrupción de la pandemia de Covid y el retraso de un año para Tokio 2020 les jugó una mala pasada a todos los atletas. El trayecto al debut paralímpico fue complejo y lleno de incertidumbre.
Camino de altibajos
“Llegar a Tokio fue un camino de altibajos”, cuenta Juan Diego; “yo contaba con un equipo muy completo que me permitió tener ba-jo control cada detalle aun en esas condiciones. Pero tenía la misión de no sólo acudir para cumplir con mi presencia, sino que estaba decidido a sumar. Antes de Tokio, pude hacer un campamento en Manchester y ahí foguearme con los atletas ingleses. Eso me ayudó para afinar detalles. Todos pasamos por un periodo sin esa posibilidad de salir a competir o prepararnos durante la pandemia, algo muy necesario para las disciplinas de contacto, pero algo pudimos hacer antes de viajar a Tokio”.
“Ninguno de mis rivales fue una sorpresa”, dice sin aspavientos; “hicimos un análisis de cada uno de ellos. El entrenamiento no sólo fue práctico, sino también de mucho estudio, de saber qué hacer y qué no en cada situación. Ensayé los escenarios y modelamos las posibilidades que podían presentar los rivales”.
La entrenadora nacional Jannet Alegría condujo la preparación a Tokio. Pero Juan Diego también contó con el apoyo adicional de la multimedallista olímpica en taekwondo, María del Rosario Espinoza. La ganadora de preseas en Pekín 2008, Londres 2012 y Río 2016 fue una especie de consejera para el joven debutante.
María del Rosario, apoyo y consejera
“María tiene muchísima experiencia olímpica”, relata Juan Diego; “sabía qué decir y cómo mantener la concentración y la confianza. Me despertaba la mente y las ganas de lograr algo importante. De pronto me daba consejos de aspectos que parecían insignificantes, cómo pararme o cómo mantener la mirada, detalles que sólo una competidora que ha ganado tanto como ella sabe lo importante que pueden ser. Uno piensa que eso no incide, pero sirve demasiado; va dejando algo en la persona que al final se refle-ja en la confianza y en el resultado”.
Cuando obtuvo la medalla, María del Rosario parecía hipnotizada por el brillo dorado que colgaba del cuello de Juan Diego. La mira-ba con cierta nostalgia. El joven campeón dice que le repetía: “Disfrútalo, trabajaste duro por ganarla, ahora es tuya.
“Ella sabe lo que significa ganar una presea olímpica, los sentimientos que produce. Yo todavía no lo asimilo del todo. Poco a poco, supongo, sólo sé que quiero más y puedo lograrlo”, finaliza.
Con información de La Jornada