Trabajadores de limpieza, repartidores de gas, agua, refrescos... abarroteros y hasta quienes compran colchones viejos o venden tamales, no han dejado de salir a la calle en busca del “pan de cada día”, pese a la emergencia por COVID-19.
Muchos son los que aún no creen en los riesgos de contagio y la gravedad que representa la pandemia que alcanza ya más de 70 mil muertes en el mundo y más de un millón de casos confirmados, pero otros no tienen más remedio, ya sea porque sus empresas se lo exigen o porque su servicio es necesario en estos momentos de emergencia.
Ricardo, repartidor de una importante empresa refresquera, señala que aunque quiera no puede dejar de laborar porque “nos lo advirtieron, que si no trabajamos nos van a castigar, porque nuestro refresco de cola es el que más se vende y sí es importante no dejar de repartirlo. Lo malo es que no tenemos ninguna protección, nos podemos contagiar en cualquier momento y, lo peor, llevar la enfermedad a nuestras casas”.
Mario, trabajador de limpieza en la alcaldía Gustavo A. Madero, asegura que “no hay de otra”. “Dejé de trabajar unos días, pero si no trabajo no como. Estamos expuestos a que esto del coronavirus nos dé en cualquier momento, pero ¿qué hacemos?, ni siquiera nos dan guantes, cubrebocas o algo para protegernos. ”.
Verónica, quien atiende una tienda de abarrotes en Azcapotzalco, comenta que aunque su actividad sí es necesaria porque la gente sigue saliendo a comprar comida, “la verdad es que las ventas han bajado mucho porque la gente se ha ido más a los centros comerciales. Si las cosas siguen poniéndose feas, voy a cerrar. Si esto empeora, mejor ni me arriesgo”, dijo.
Comentó también que “según el gobierno está ofreciendo apoyo, pero piden un montón de requisitos que no cualquiera puede cumplir. Para empezar piden un “obligado solidario”, que yo entendí que es como un aval, porque si no pagas, le cobran a él, y en estos tiempos, ¿pues quién? Además, una cuenta bancaria, acta de Hacienda, CURP, mandar archivos en PDF, fotos del negocio y un chorro de cosas más. Y si uno no sabe manejar el Internet, pues ya estuvo que no nos dieron los diez mil pesos que están ofreciendo, eso sí, a empezar a pagar en cuatro meses”.
Los repartidores de gas van y vienen gritando en las calles. “Hay veces que nadie sale, los pedidos han bajado, creo que todos se previnieron y llenaron sus cilindros desde antes porque damos y damos vueltas con el camión y no hay pedidos”, señala Carlos Jiménez, quien reparte gas en la Miguel Hidalgo.
Otros que no dejan las calles porque viven de lo que venden al día, son los compradores de fierro viejo. Tampoco han parado los vendedores de fruta, tamales o uno que otro puesto informal de gorditas, tacos o quesadillas, pese a los riesgos de contagio y la poca gente que circula en las calles. Pocos son los que usan cubrebocas o cumplen con la sana distancia.
Vanguardia